Opinión
Ver día anteriorMiércoles 30 de diciembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Equilibrio y negociación
L

as pasadas elecciones generales en España mandaron mensajes de complicada tesitura para su adecuada interpretación. En un primer acercamiento puede afirmarse que, el electorado, al dividir sus preferencias entre cuatro grandes agrupaciones las obligan a celebrar continuos acuerdos entre ellas. La emergencia de tales partidos, con varios millones de votos cada uno, marca un nuevo derrotero, hasta hoy desconocido para los españoles. Durante décadas rigió un duopolio que se fue alternando en el mando ejecutivo: uno de ellos, el Partido Popular (PP, de derecha) y, el otro, el Socialista Obrero Español (PSOE, de izquierda), fueron los dominantes.

La complicación de la voluntad ciudadana emerge ahora tras la inesperada aparición de una novedosa formación (Podemos), también de izquierda que, en sólo año y medio de existencia, se coloca como prometedora tercera fuerza. La distancia entre el segundo lugar (PSOE) y Podemos es pequeña en votos (5.5 millones contra 5.2, respectivamente) aunque, en escaños, sea un tanto más abierta (90 diputados por 69). El PP se coloca al frente, pues obtuvo la mayor cantidad de votos (7.2 millones). Rasguña apenas 30 por ciento del total y queda, por tanto, incapacitado para formar gobierno por sí solo, pues, para alcanzar este fin, es indispensable rebasar 50 por ciento de la Asamblea.

El ganador (PP), entonces, está obligado a buscar coaligarse con otras fuerzas para conservar la presidencia ejecutiva que todavía hoy, por mandato de los españoles en la anterior contienda, tiene bajo su solitario control. Ni siquiera aliándose con el cuarto lugar (Ciudadanos, con 3.5 millones de votos) –partido también de derecha– alcanza la mayoría calificada que afanosamente busca integrar. Es así que durante el presente lapso, donde no hay suficiente claridad sobre la formación de mayoría, necesaria para integrar gobierno, se abra un periodo de nerviosa inestabilidad política. En el horizonte de los deseos, apenas pincelados por analistas y militantes partidarios, se empieza a dibujar una triple unión: PP y Ciudadanos con la, por ahora al menos, improbable anexión del PSOE. De esta manera se lograría una coalición más que suficiente para dar estabilidad al gobierno que de ella pudiera surgir. El líder del PSOE, Pedro Sánchez, sin embargo, también ha rechazado, de manera tajante, la continuidad tanto de Mariano Rajoy como del PP al frente del gobierno. Pasadas experiencias, no obstante, introducen fuertes dudas sobre la firmeza de los socialistas.

En numerosas ocasiones y, sobre todo, frente a programas, políticas (neoliberales) o problemas álgidos, se han alineado junto con el PP y viceversa. En este crucial asunto de las alianzas cupulares de conservadores y socialistas, el empresariado de gran calado y sus intereses masivos han desempeñado un papel preponderante. Su peso ha obligado a algo similar a lo que, en México, se ha llamado concertacesiones entre los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional.

Podemos, la singular formación emergente, por tanto, quedaría fuera de tal imaginario tripartita que, al parecer, podría calmar las ansias de muchos otros actores relevantes de la escena pública española y europea. Pablo Iglesias (líder de Podemos) ha dejado en claro que su agrupación no irá con Rajoy ni con cualquier otro personaje sustituto de ese partido. La visión que en Podemos se tiene de España es radicalmente, según martilla su líder y recién candidato presidencial, distinta a la conservadora del PP.

La respuesta a las inquietudes del electorado –en especial la juventud afectada por las políticas de austeridad– incluye la reposición del Estado de bienestar y la inmediata reducción de las marcadas desigualdades imperantes. Una parte sustantiva le merece, a este partido, la visión de una España plurinacional. El tajante rechazo de Podemos a la continuidad no impide pensar en otra coalición diferente, la de las izquierdas: PSOE, Podemos y algunas otras minorías (Izquierda Unida) afines. Esta posibilidad hoy aparece bastante lejana, porque presupone que Pedro Sánchez la encabezaría como el candidato de la segunda formación de la contienda pasada. Un liderazgo que, aún dentro del PSOE, se disputa con vehemencia.

De no lograrse las mayorías bajo las dos opciones descritas, sería obligado repetir las elecciones en el corto plazo. Bajo tal escenario la resultante bien podría ser diferente a lo actual para el anterior duopolio dominante. Ambos partidos traslucen temor ante una posible repetición del proceso pues, además del costo económico derivado de la inestabilidad, es posible que el electorado los castigue con mayor fiereza: entre los dos ya perdieron más de 8 millones de votos.

En cambio, el panorama bajo la reposición se antoja, según analistas, todavía mejor para Podemos. Lo probable, dadas estas alternativas imaginadas, es que el empresariado de gran nivel y las potencias europeas presionen al PSOE a unirse al conservador PP y se alejen de Podemos. De esta forzada manera se daría continuidad a las severas e injustas políticas económicas que tanta penuria (desempleo abrumador) han conllevado para la clase trabajadora española.