El problema real del Partido Republicano
ara los medios de comunicación y la opinión pública en general, las atrocidades verbales con que Dondald Trump se empeña en fincar popularidad ya no son novedad. En el Partido Republicano parece ser la nueva normalidad
. De acuerdo con una encuesta del Washington Post y la cadena ABC, 60 por ciento del electorado republicano simpatiza con sus insidiosos comentarios; en cambio, cerca de 60 por ciento de los votantes estadunidenses discrepan de las caracterizaciones que hace de islamitas, latinos y las minorías en EU. El sentimiento antinmigrante y la xenofobia predominan en buen número de republicanos.
De los debates entre los precandidatos republicanos, cualquiera diría que Trump difícilmente representaría una institución política seria. Tal vez su única virtud es que utiliza un tono que se mueve entre lo cínico y lo burlón, sin los cuales las discusiones serían tediosas y repetitivas. Difícil pensar que haya sensatos que le concedan algún grado de seriedad, pero las encuestas demuestran que sí existen, y eso parece normal en el Partido Republicano y sus precandidatos dan por buenas sus ocurrencias. Polemizan con él como si sus propuestas estuvieran basadas en la realidad. Esto es lo que preocupa al núcleo más tradicional de ese partido. Saben que la disputa para ganar al electorado conservador ha obligado a los moderados a demostrar mayor dureza en cuestiones de política exterior y derechos humanos.
Esto ha dado lugar a que entre prominentes comentaristas simpatizantes con la causa republicana se hable de la posibilidad de que para nominar al aspirante de ese partido a la presidencia pudiera haber una convención arreglada, para evitar que Trump asumiera la candidatura. Entre los líderes hay la certeza de que perderían las elecciones frente a la que es casi segura candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton.
El hecho es que la inercia que genere el triunfo de cualquiera de los precandidatos republicanos en las dos elecciones primarias (Iowa y Nueva Hampshire) pudiera determinar el resultado de las subsecuentes elecciones primarias de ese partido. Hay más especulaciones que certezas, pero una da a la contienda un efecto dramático especial: la posibilidad de que Trump se decida por una candidatura independiente si los republicanos insisten en negársela. Resurge el fantasma de Ross Perot; en 1992 restó un tercio de los votos a Bush padre, quien perdió la reelección frente a Bill Clinton. La historia pudiera repetirse, y no precisamente como farsa.