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En la encuesta más reciente, Trump tiene 38% de apoyo, seguido por Ted Cruz con 15%

Quinto debate republicano; no importó el contenido, sólo el ruido bélico y antimigrante
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Simpatizantes de Donald Trump esperan la llegada del precandidato republicano al templete, en un acto de campaña ayer en Mesa, ArizonaFoto Reuters
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 17 de diciembre de 2015, p. 23

Nueva York.

No importó el contenido, sólo el ruido bélico y antimigrante –a veces a gritos– en una función más del espectáculo del circo republicano ahora realizada justo en la ciudad idónea: la fábrica de fantasías estadunidenses llamada Las Vegas.

El quinto debate entre los nueve precandidatos presidenciales principales (otros cuatro, menores –en las preferencias y en otras cosas–, mantuvieron un debate previo al acto principal) se enfocó sobre quién ganaba el concurso de machismo estadunidense en confrontar a los enemigos de un país que ha sido –según todos ellos– dejado vulnerable y débil por el gobierno de Barack Obama y por su ex secretaria de Estado y hoy precandidata presidencial favorecida entre demócratas, Hillary Clinton.

Ni vale la pena examinar las propuestas de cada quién, ya que en verdad casi todas (con algunas excepciones) carecen de contenido, si no es que hasta de sentido. Casi todas las declaraciones están diseñadas exclusivamente para motivar y capturar a las bases más activas y en gran medida conservadoras del partido.

Tal vez el ejemplo más atroz de esto fue cuando uno de los moderadores del debate, el ultraconservador Hugh Hewitt, preguntó al ex neurocirujano pediatra Ben Carson si tenía la capacidad para ordenar ataques aéreos que matarían a cientos y miles de niños inocentes; ¿podría usted llevar a cabo guerras como comandante en jefe? Carson respondió de manera incoherente y, después de hablar de las dificultades de su profesión cirujana, concluyó que al ver el contexto más amplio y así entender que es más compasivo si uno procede y acaba con la tarea, en lugar de muerte por mil piquetes.

Uno no sabe qué es peor, si la pregunta o la respuesta. El hecho de que un moderador en CNN cree que es aceptable preguntar a un precandidato si estaría dispuesto a cometer lo que es un crimen de guerra espantoso ya es alarmante, pero es peor cuando los políticos aceptan como legítimas tales preguntas.

Trump, además de reiterar su posición controvertida de prohibir el ingreso de musulmanes a Estados Unidos, agregó que tal vez se debería considerar atacar no sólo a militantes islámicos, sino también a sus familias, una violación a las Convenciones de Ginebra, si no es que más. También propuso cerrar el acceso a Internet por el Estado Islámico (EI), ya que no quiero que ellos estén usando nuestro Internet para comunicarse con jóvenes en este país.

Ted Cruz propuso bombardeos masivos para destruir al Estado Islámico. También hubo muchas demostraciones de ignorancia de los que contienden para ser presidente del país más poderoso del mundo, como fue el caso del gobernador Chris Christie, quien en una respuesta sobre enfrentar amenazas en la región de Medio Oriente aseguró que buscaría una reunión cara a cara con el rey Hussein de Jordania para reparar relaciones. Pero ese monarca falleció hace 16 años.

Los verdaderos temas del debate del martes fueron el temor y la ira. Todo giró en torno a las amenazas al país –sobre todo la de los terroristas islámicos, mezclada con la de los inmigrantes– y quién de los nueve podría ser el mejor para recuperar la grandeza y fortaleza de Estados Unidos.

Los precandidatos alimentaron el temor –usando los atentados en París, el ataque en San Bernardino y el cierre de todas las escuelas públicas de Los Ángeles por una supuesta amenaza terrorista justo el mismo día del debate– como trasfondo perfecto para sus argumentos. Como siempre, los atentados de fundamentalistas de derecha del otro lado del mundo benefician sobre todo a los fundamentalistas de derecha estadunidense.

A la vez, vale subrayar que durante meses los dos precandidatos favorecidos por las bases republicanas eran los que nunca habían ocupado cargos políticos –Trump y Carson– y que otros dos, ambos senadores novatos, llegaron a sus puestos sobre la ola del Tea Party, la corriente ultraconservadora unida en su ira, sospecha y repudio al gobierno federal y a las cúpulas de su propio partido. O sea, el mosaico raro del elenco de precandidatos refleja las divisiones entre las filas republicanas, como también entre éstas y la cúpula del partido y Washington en general.

Por ahora, buena parte del enfoque de los medios y los ejércitos de analistas y expertos es sobre lo que se llama la carrera de caballos, para evaluar y pronosticar quién va ganando y quién va perdiendo. A unos 50 días de las primeras elecciones primarias que se celebrarán en cada uno de los 50 estados para determinar –si es que se logra antes de la convención nacional del partido en el verano– quién será coronado candidato, nada está claro.

Aún sorprende a los analistas (y a la cúpula del partido) que Trump siga, y por amplio margen, a la cabeza de la carrera. Muchos aún piensan –y varios desean– que de repente hará algo para caer desde lo más alto. Sin embargo, cada vez que declara algo considerado extremo y hasta inaceptable sube aún más en las encuestas entre las bases republicanas.

En la encuesta más reciente, del Washington Post/ABC News, Trump gozaba de 38 por ciento de apoyo, con un incremento de seis puntos, después de sus comentarios sobre la prohibición del ingreso a los musulmanes, seguido ya no por Carson, como había sido el caso durante semanas, sino por el senador Ted Cruz, con 15 puntos. Rubio y Carson están empatados en tercer lugar con 12 por ciento, mientras quien empezó este ciclo electoral como el favorito, Jeb Bush, sigue por los suelos con sólo 5 por ciento, y todos los demás andan por ahí y más abajo.

De hecho, más allá de Trump, analistas señalan que el fenómeno más reciente es justo la subida del ultraconservador Cruz y de Marco Rubio en la carrera.