Sociedad y Justicia
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Han perdido su espíritu colectivo, sobre todo en la clase media

Las posadas han adoptado elementos estadunidenses, señala antropólogo
 
Periódico La Jornada
Miércoles 16 de diciembre de 2015, p. 37

El frío de las primeras horas de las noches decembrinas no era obstáculo alguno: bastaba una buena chamarra para salir a las calles y disfrutar la velada. En colonias, barrios, vecindades o pueblos, los habitantes, particularmente los más pequeños, esperaban estos nueve días con ansia. Entre velas, farolas, cánticos, rezos, procesión, buñuelos, frutas, ponche y, por supuesto, la partida de la piñata, los vecinos celebraban las tradicionales posadas.

Hoy día, particularmente entre la clase media, este festejo se ha diversificado. Ha dejado de lado elementos tradicionales mexicanos y adoptado influencias de la cultura estadunidense: adornos con la figura de Santa Claus, renos o muñecos de nieve; árboles de Navidad, y luces parpadeantes en las fachadas, entre otros. Las posadas dejaron de ser una celebración para los niños y se han convertido en fiestas de adultos, con bebida, comida y baile.

Andrés Medina Hernández, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México y especialista en esta tradición, señaló que justamente la clase media es la más sensible a la propaganda de la cultura estadunidense, aunque este acervo se conserva aún en barrios populares, pueblos y comunidades originarias.

Las posadas eran un festejo con tinte religioso. Datos históricos refieren que en los primeros años de la Colonia, en 1587, fray Diego de San Soria, de la orden de los agustinos a cargo del convento de San Agustín Acolman, solicitó un documento pontificio al papa Sixto V –quien dio su aval– para celebrar anualmente misas de aguinaldo entre el 16 y el 24 de diciembre en varios templos.

A lo largo de los siglos la tradición se fue transformando y se volvió una verbena popular que podía celebrarse en los atrios de los templos del barrio, en calles que los vecinos tomaban por unas horas, en grandes casonas de la gente más acaudalada o en los patios de las vecindades. Pero siempre se mantuvo el elemento religioso y el festejo daba inicio con la procesión de los peregrinos y la llamada petición de posada.

Sin embargo, en los últimos años son más un elemento de consumo. Toda esta corriente estadunidense, que forma parte del neoliberalismo, fomenta el individualismo. Las posadas son una celebración colectiva, pero en el sector clasemediero se fomenta un abandono del espíritu colectivo y ha incorporado la bebida y el baile; son ya un pretexto para hacer fiesta.

El especialista universitario refirió que un elemento clave y referente de las posadas es la piñata, que también se ha transformado tanto en su forma como en su contenido. Hace unos 30 años aún eran de barro y semejaban estrellas (incluso documentos históricos asientan que tenían siete picos porque hacian referencia a los pecados capitales) y estaban llenas de fruta piñatera. Sin embargo, ahora contienen dulces y chocolates producidos por grandes empresas, están hechas de cartón y representan a personajes de la televisión, el deporte o el cine.

Para el académico, además de las tendencias estadunidenses, otras circunstancias han influido en la diversificación de las posadas: la creciente inseguridad en algunos puntos del país, la pérdida de la religiosidad entre muchos sectores de la población y la urbanización basada en condominios verticales donde las relaciones entre vecinos no siempre son cordiales

Las posadas no han desaparecido, pero no están a la vista de los sectores a los que ponen atención los medios informativos. Ésta y otras tradiciones están bien arraigadas en pueblos originarios, barrios y zonas marginales de la ciudad. En lugares como Xochimilco, Iztapalapa, Tláhuac, Milpa Alta; en colonias como la Guerrero y Aragón; en otros estados. Es ahí donde están.