omo cada 12 de diciembre, los mexicanos, creyentes o no, se reúnen en Notre-Dame, la catedral de París, para celebrar una misa a la Virgen de Guadalupe. Pretexto para expresar la nostalgia de su país, escuchar a un grupo de mariachis entonar Las Mañanitas y algunos boleros, encontrarse con sus compatriotas, rezar cuando se tiene fe, buscar a la salida los tamales calientes para sentirse en México en París: experimentar ese fenómeno de ubicuidad del cual goza el extranjero cuando el viaje deja de ser sólo una serie de escalas y se vuelve una manera de vivir.
Este año las cosas cambiaron a causa del estado de urgencia
decretado después de los atentados del 13 de noviembre. En efecto, ante los reproches que se hacen al gobierno por no haber tomado medida alguna contra el terrorismo después de los asesinatos perpetrados contra la redacción de Charlie, dejando circular libremente a gente fichada por antecedentes delictivos y estancias en Siria, donde fueron entrenados, el gobierno les hace el juego sembrando él mismo el terror entre la población, meta de los terroristas.
Juego peligroso con el cual tratan de recuperar la confianza de los votantes en vísperas de las elecciones regionales, del pasado domingo.
Izquierda y derecha tradicional que, al ver la desbandada de sus electorados, esgrimen el espantapájaros del Frente Nacional, desembocando en un discurso que hace de esta extrema derecha el centro del debate.
El estado de urgencia
hizo cambiar los horarios de la celebración a la Virgen: en vez de llevarse a cabo por la tarde, tuvo lugar a mediodía.
Y como la Prefectura de la policía prohibió cualquier manifestación en lugares públicos (lo cual no impidió el numeroso mitin de protesta contra las conclusiones de la COP21), los mariachis que cantaban boleros en el atrio de la catedral fueron autorizados a cantarlos dentro de Notre-Dame.
Así, después de la interpretación de la cantante Guadalupe Pineda de Las Mañanitas, la Guadalupana y otras piezas, pudo escucharse la famosa canción de Consuelito Velázquez Bésame mucho, bajo los domos gótico-romanos de la catedral.
Canciones prosaicas, devoción y nostalgia que hicieron brotar las lágrimas a mexicanas reclinadas frente al altar de la Virgen. Ese altar, junto al cual pudo verse al cineasta Guillermo del Toro en primera fila, es, a lo largo del año, el mejor provisto de veladoras gracias a la generosidad y al fervor religioso de nuestros compatriotas, sea de paso por París, sea gozando de una más larga estancia como estudiantes, parte del personal diplomático, pintores o incluso dueños de restaurantes mexicanos (los cuales se propagan en París), aunque ninguno ha mejorado el de Yuriria Iturriaga, A la mexicaine
, donde podía saborearse una auténtica comida mexicana y no tex-mex.
Pretexto de fiesta entre la comunidad mexicana en Francia, los asistentes a esta celebración llegan de otras ciudades de este país e, incluso, de otras naciones europeas.
Por ello, desde hace ya algunos años, la misa se celebra en el altar mayor, pues la numerosa asistencia puebla toda la iglesia.
Al salir de la catedral, los rayos de un sol luminoso logran traspasar las nubes blanquecinas que cubren el cielo. Al cruzar el Sena, de regreso a casa, a 200 metros de Notre-Dame, puedo ver en el jardín conocido como Saint-Julien le Pauvre, debido a la pequeña capilla medieval que se levanta a su lado, contraste fascinante junto a la monumental catedral, los estantes de artesanos franceses instalados durante algunos días, los cuales dan un espíritu navideño que hace falta en Francia después de los ataques terroristas.
Enciendo el radio, France Musique dedica, de las nueve de la mañana a medianoche, un homenaje a Frank Sinatra, transmitiendo sólo canciones suyas, debido al centenario de su nacimiento: Sinatra nació el 12 de diciembre de 1915. Sus canciones me remueven otra nostalgia que igual sentiría en México: la de mis padres.