n todo artista el escenario le ejerce dominadora sugestión, las plazas de toros actúan dependiendo de multiplicidad de factores: clima, duración de la corrida, situación del país y el transcurrir de la corrida… Cada uno de los detalles de la escena varía el significado influyendo en lo que se vive, hasta conseguir en ocasiones una perfecta simbiosis.
En la corrida celebrada la tarde de ayer en el coso de Insurgentes, el clima gélido, el comienzo de las vacaciones de final de año, la espera del milagro guadalupano de que los toros embistieran y lo increíble: el primer toro del rejoneador Rodrigo Santos se estrelló contra un burladero y los pitones se cortaron en dos y acabaron en el ruedo. Seguramente los tenía pegados con chicle.
Traía el santo de espaldas el caballista, a media corrida se lidió un toro de Garfias para substituir al inválido y resultó corraleado, intoreable. Después de esto solamente la actitud de Fermín Rivera dispuesto a triunfar independientemente de lo que suceda y con mansos dóciles eslabonó su toreo clásico, perfecto, que no calentaba a los aficionados.
Los toros de Villa Carmela; mansos, dos dóciles y el resto peligrosos, defendiéndose. Lo que determinó que la corrida se tornara, como va siendo costumbre, aburridísima. Para los cabales que aún fantaseamos que resurja la suerte de varas, resulta imposible. Una vara se ha vuelto costumbre e impide reconocer la bravura de los toros, en el segundo o tercer puyazo. En la temporada actual, ni siquiera una vara, simplemente un pinchacito.
Naturalmente esto afecta a los toreros que son seres sensibles, finos y complicados. Los toreros cual moderna antena analógica recogen las múltiples ondas que vibran en los tendidos, callejón, autoridades y lo transmiten a su quehacer torero. Esto produce en el contemplador susceptible de emoción un estremecimiento. Toritos tambaleantes, débiles y aún los peligrosos dejan de producir esa emoción.
El torero para crear belleza en el redondel necesita ante todo recibir la influencia adecuada de cada uno de los factores del escenario de una plaza. Principalmente los toros. La técnica y el oficio son sólo medios necesarios. Fermín Rivera mostró clasicismo, maestría, entendió a sus toros y sudó la ropa para medio emocionar al cónclave. Se puede ser técnico sin llegar a lo sublime del arte torero. Mas, ser artista, no se aprende: se nace con ello o no se nace.