a semana pasada el presidente Barck Obama hizo una enérgica crítica contra quienes pretenden usar los recientes ataques terroristas en París y San Bernardino de excusa para levantar muros de ignominia contra la comunidad musulmana.
Destacó la necesidad de fortalecer la doctrina que ha cobijado a millones de personas de otras naciones, que al fin y al cabo son los cimientos de Estados Unidos. Advirtió a todos aquellos que insisten en invadir la región bajo control del Estado Islámico que hay importantes razones para no actuar de esa manera. Lo sucedido en Irak y Afganistán debe servir de ejemplo para no repetir esas dolorosas y costosas experiencias. La presencia de tropas extranjeras sería una vía para que grupos como Al Qaeda y el EI recluten más terroristas para fortalecerse.
Al terrorismo no se le puede combatir con diatribas verbales, dijo en clara referencia a Trump y otros que han satanizado por igual a todos los musulmanes. Debe quedar claro que la lucha no es en contra del islam, sino contra aquellos que lo interpretan erróneamente como una doctrina en la cual prevalece el odio a lo diferente. El EI y Al Qaeda son minúsculos grupos criminales que no hablan por los mil millones de islamitas alrededor del mundo. La responsabilidad que tienen ellos de erradicar la idea de que el Islam es una religión que promueve el odio, también lo es de los estadunidenses de rechazar todo discurso y acción que tenga tintes discriminatorios o xenofóbicos contra cualquier religión o raza, concluyó.
Cabe recordar que no son nuevos los oprobios en contra de los mal llamados aliens, connotación despectiva que se le da a todo extranjero, particularmente de países en desarrollo. En 1800 y más recientemente en 1924 se emitieron leyes en contra del influjo de trabajadores chinos; en el marco de la Segunda Guerra Mundial contra los japoneses; en los años tocó a los judíos, sospechosos de ser comunistas, y en los años 50 la operación espaldas mojadas puesta en práctica por Eisenhower contra los mexicanos. Esta última sirvió de referencia a Trump para sus groseras alusiones sobre los trabajadores mexicanos.
En casi todas las naciones, las elecciones son tierra fértil para los ataques a quienes han llegado de otras naciones, la actual coyuntura electoral en Estados Unidos así lo demuestra. En Francia, Marine Le Pen comulga con la misma filosofía que le ha dado a Trump popularidad.
Hoy, el terrorismo es la excusa para sus ataques, que por añadidura le dan un aspecto más dramático a este periodo electoral.
En Estados Unidos la popularidad de algunos precandidatos a la presidencia, producto de esos ataques, rebela un problema que va más allá de la coyuntura. No se puede explicar de otra manera que a cada diatriba xenófoba de Donald Trump corresponda un aumento de la legión que le aplaude sus ocurrencias. Pareciera que emergen nuevamente de las catacumbas quienes se pensó estaban sepultados para siempre. Es, por lo visto, una realidad que va más allá del oportunismo electoral.