l milagro colectivo de la unión en el dolor simboliza la integración mexicana española-indígena en la Virgen de Guadalupe. El encuentro señala la consumación de una experiencia de excepcional intensidad que corresponde a la vitalidad interior que promueve. Ya no hay diferencias sino identidad, identificación entre dos. Más, confusión entre dos. El cumplimiento de una presencia imposible de toda imposibilidad.
Pureza interior que se torna éxtasis, en instantes en que me siento transportado fuera de las apariencias. Vacío abierto en que pierdo la diferencia entre tu imagen y las cosas, lo imitante y lo imitado, y un sobrecogimiento inunda de manera inusitada una sensación de inusitada plenitud que en segundos se transforma en brutal vacío.
En que desapareces y no existe la percepción. Sólo me queda el sueño con sus huellas, anuncios, recuerdos, iluminación que me llega de manera excepcional y crece y paga la factura, carísima, del dolor en el reino de las sombras, estado de agotamiento interior, difícil de definir. Transfiguración que descubre la experiencia profunda de la soledad. Intenso desconcierto que supone el anuncio del regreso a la rutina, desgarrado y melancólico.
Depresión por la pérdida de la exaltación de sí mismo. Vestimenta de colores del narcisismo que se vuelve casi insoportable en que busco, me imagino y planeo el regreso a esos instantes extraordinarios de unión, sin los cuales el futuro parece dejar de tener sentido, al sentirme abandonado, rechazado por ti, y amenazado por una desolación espiritual, operación que introduce confusión entre los contrarios.
“En la actual plaza de la Basílica de Guadalupe, llamada monumental, se han edificado dos basamentos de pirámide para que los danzantes bailen el 12 de diciembre. Cuatro siglos después los representantes del nuevo culto se ven precisados a erigir lo que hace cuatro siglos destruyeron. Es indudable que el convento del siglo XVI y la actividad del indígena fue la misma que para el ‘Calmecac’, sus estudiantes y sacerdotes (Santiago Ramírez, Obras escogidas, Ed. Línea, 1983).
El corte de la tizona española no nos ha separado del mundo antiguo, de la poesía primigenia y original de nuestra carga explosiva y mágica. El mito se hizo carne. Al partir de la tizona, la serpiente emplumada, los trozos cobraron nueva y vieja existencias. Se internaron en las selvas y se escondieron por doquier. Hoy raptan y vuelan en palabras, sangres y sueños, tan vivos como en códices, leyendas, frescos y monolíticos
. (Ídem, Luis Cardoza y Aragón).
“Virgen de Guadalupe madre sustituta que calma y satisface. Se erige como estandarte simbólico de dos culturas; una que mira hacia adentro, que ha encontrado la razón filosófica de ‘cal y canto’ y otra que mira hacia afuera. Para una la medida en el hombre, para la otra el mito”. (Ídem, Miguel León-Portilla)