n el aniversario 50 del banco Inbursa, en presencia del gobernador de Banco de México (BdeM) y del secretario de Hacienda, Carlos Slim, presidente del Grupo Carso, planteó que nuestro banco central debía asumir un mandato dual: mantener estabilidad de precios, pero cuidando la creación de empleos. Esta propuesta ha sido hecha repetidas veces por diferentes grupos: se ha hecho desde la academia, lo han planteado diputados panistas de distintas legislaturas, periodistas y funcionarios financieros, entre otros. Slim señaló la importancia de que el BdeM tuviera este mandato dual, ya que su mandato único lo ha llevado a anclar el tipo de cambio y los salarios, provocando repercusiones no deseables
. Para Slim es fundamental que tengamos niveles de ingreso que nos permitan contar con grandes clases medias
y un crecimiento sostenido y sano.
Carstens inmediatamente respondió que la propuesta de Slim no era viable. Para él, el BdeM está bien como está, con un solo mandato. Pontificó que hay que recordar que un principio de economía es que hay que tener el mismo número de instrumentos que de objetivos. De modo que si el Banco de México no dispone más que de un instrumento de política monetaria, la tasa de interés, sólo puede proponerse un objetivo. Además, según él, tener baja inflación no está reñido con la creación de empleos.
La respuesta de Carstens es, para decir lo menos, ingenua. Supone que quienes le escuchaban desconocen la experiencia de política monetaria en los años recientes. El auditorio reunido por Inbursa para celebrar sus 50 años, entre los que se encontraban funcionarios de alto nivel de otras entidades financieras y las del propio Inbursa, trabajan en el sector financiero mexicano hace medio siglo y han vivido las consecuencias de una política monetaria al servicio de una meta de inflación que se ha autoimpuesto el banco central.
La propuesta de Slim plantea aprovechar la experiencia del sistema de la Reserva Federal estadunidense que ha mantenido un mandato dual, pese a los dictados del nuevo consenso macroeconómico
que propuso que los bancos centrales del mundo se concentrasen fundamentalmente en la lucha contra la inflación. Desde agosto de 2007, con el estallido de la burbuja inmobiliaria, primero, los bancos centrales del mundo desarrollado y después todos los bancos centrales, fueron sometidos a un examen general para demostrar su capacidad de respuesta a una crisis que no pudieron prever.
En esta evaluación, el indicador para medir el desempeño es el comportamiento de la economía, medido a través de la evolución del producto, de la tasa de desempleo y, por supuesto, de la tasa de inflación. La Reserva Federal, tras el estallido de la burbuja inmobiliaria, rápidamente redujo la tasa de interés hasta llevarla a su límite inferior de prácticamente cero; al mismo tiempo, coordinó acciones con otros bancos centrales para sincronizar reducciones a las tasas de fondeo y para abrir líneas de intercambios de divisas; condujo pruebas de esfuerzo a sus bancos; y, finalmente, dado que la tasa de desempleo era alta decidió adquirir valores financieros de largo plazo en lo que se denominó relajamiento cuantitativo, en sus dos versiones.
En Banco de Inglaterra decidió seguir el ejemplo de la Fed. Otros bancos centrales importantes, como el europeo y el japonés, se mantuvieron en el marco de los lineamientos de la política monetaria convencional. La comparación entre el desempeño de la economía estadunidense, la británica, las de la zona del euro y la de Japón es favorable a quienes instrumentaron políticas monetarias no convencionales, que fueron precisamente los bancos que tenían mandatos más amplios que la estabilidad de precios. Con el tiempo, el Banco Central Europeo y el de Japón, se incorporaron a las políticas de relajamiento cuantitativo y sus economías han mejorado ligeramente.
El Banco de México se ha destacado por su ortodoxia. Su ortodoxia lo lleva a repudiar experiencias exitosas de política monetaria, como la de la Fed. Presume que lo ha hecho muy bien. Pero a la luz del desempeño de la economía mexicana es evidente que reprueba cualquier evaluación. Es cierto que la inflación ha dejado de ser un problema, pero el costo en términos de crecimiento del producto y de la generación de empleos ha sido alto. Slim tiene razón: la política monetaria ha producido resultados indeseados que debemos corregir. La manera de hacerlo es modificando la ley orgánica del Banco de México. Es posible y, más importante aún, deseable si se quiere mejorar el desempeño de la economía y, con eso, de las condiciones salariales de millones de mexicanos.