Nos enseñó la importancia de la noticia veraz y de los placeres, evocó su hijo Julio
Hizo de la independencia y la autonomía no sólo una forma de realización individual, sino un acto de resistencia al clientelismo tan frecuente por desgracia en el país, afirmó Juan Ramón de la Fuente
Jueves 3 de diciembre de 2015, p. 5
Guadalajara, Jal.
El homenaje que la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara rindió la noche del martes a Julio Scherer García (1926-2015) convocó a una audiencia que abarrotó el salón, por lo que debieron instalarse pantallas.
Los murmullos en el recinto cesaron cuando Julio Scherer Ibarra, hijo del homenajeado, habló de la ternura del periodista.
Es hasta ahora que entiendo la profundidad que el vacío de su ausencia física nos dejó. Y siento frustración por dejarlo ir hasta donde se haya ido, por no haberme cruzado en ese viaje con la misma pasión que él me inspiró siempre, por haber permitido que su vida, tan esencialmente parte de la mía, tomara un camino marcado sólo para él y acaso siquiera por él
, dijo.
Susana Ibarra, compañera de vida
El público y los participantes en ese acto, Elena Poniatowska, Carmen Aristegui, Juan Ramón de la Fuente y Rafael Rodríguez Castañeda, callaron aún más cuando el hijo de Scherer con voz firme y dolorosa habló de la muerte de su madre, Susana, quien padecía cáncer, compañera del hombre sencillo y amoroso.
Ella contribuyó a forjar el carácter de él y a fraguar con él un destino común que la incluyó en vida más allá de la muerte. Fue sus ojos, sus oídos, sus labios y ocupó el centro mismo del corazón de Julio.
Recordó a Julio Scherer García, hermano por elección de Vicente Leñero (1933-2014). “‘No lo quiero menos que a mis hijos’, nos decía mi padre con inusitada frecuencia.
Con arrebatado amor por las palabras, no sólo nos enseñó la importancia de la noticia veraz y el rigor de la escritura, sino también los placeres, las emociones y los riesgos del quehacer periodístico como fenómeno estético y la palabra escrita como búsqueda de la verdad
, señaló.
Contó la historia de México
Juan Ramón de la Fuente se refirió a las comidas que solía mantener desde su época de rector de la UNAM con Scherer, Gabriel García Márquez e Ignacio Solares, memorias que presentó ayer en la FIL, en su libro A quién le importa el futuro.
Recordó a un don Julio
, que solía reportear a sus amigos, preguntar a García Márquez –que contestaba parco– o a Solares –siempre amplio en su respuesta– en qué estaban trabajando, marcando por lo general la pauta de las conversaciones.
De la Fuente dijo que la figura de Scherer conlleva a recobrar la confianza en la integridad ética, la firmeza del carácter y convicciones, en el rigor del análisis y el peso de la crítica, porque la independencia y autonomía de Scherer fueron no sólo forma de realización individual, sino también un acto de resistencia al clientelismo tan frecuente por desgracia en nuestro país
.
Carmen Aristegui dijo que Scherer ha sido para ella, como para generaciones enteras de periodistas y ciudadanos, el referente, el faro, el guía, el deber ser. Su figura es emblemática y magnífica al punto de convertirse en la leyenda que seguramente no habría querido ser
, consideró.
Aristegui y Poniatowska se extendieron en la influencia de Scherer como hombre que contó la historia de México y el mundo, en su forma muy particular de escribirla, del golpe de censura en Excélsior.
Y al final volvieron los murmullos, los silbidos como si se hubiera escuchado una brillante interpretación, los aplausos en un vestíbulo y un salón insuficientes de la FIL.