a prensa internacional abunda en referencias al poderío económico del Estado Islámico. Se dice que sus finanzas están muy bien alimentadas porque desde hace un par de años controla instalaciones petroleras en el norte de Siria (campos de Al-Furat y Deir Al-Sur). Además, desde hace un año su dominio del norte de Irak incluye yacimientos, pozos y hasta refinerías, en especial en la zona de Mosul, Erbil y Kirkut. Por esa razón se afirma que el Estado Islámico es el grupo terrorista más rico y bien financiado del mundo. Y como ya sabemos, cuando una idea se repite sin cesar en los medios tiende a convertirse en verdad absoluta.
La primera pregunta que surge es sobre la efectividad de los bombardeos aéreos que lleva a cabo la coalición, con Estados Unidos y Francia al frente. Ya se cumplieron más de 12 meses desde que Estados Unidos comenzó sus ataques aéreos. ¿Por qué no ha destruido la infraestructura de extracción, refinación y transporte de crudo y derivados en las zonas que controla el Estado Islámico? Esas instalaciones no son pequeños objetivos de difícil localización y sus coordenadas precisas son bien conocidas. Convertirlas en blancos de un bombardeo sólo requiere introducir esas coordenadas en la computadora de un bombardero o de un misil crucero.
¿Será que los efectivos del Estado Islámico (EI) tienen gran capacidad para reparar las instalaciones petroleras después de un bombardeo? Un equipo de bombeo en un pozo puede ser reparado más o menos rápidamente, siempre y cuando se tengan las refacciones necesarias a la mano. Pero cuando los bombardeos se repiten cada día, reconstituir la capacidad de producción ya no es tan fácil. Los oleoductos son de difícil reparación y en el caso de una refinería habría que reconstruirla desde cero. Finalmente, transportar crudo en camiones proporciona otro blanco fácil de destruir. Lo que se puede escapar representaría una cantidad ínfima de petróleo.
Hay que decir que sí ha habido algunos bombardeos en contra de instalaciones petroleras. Pero son esporádicos y parece más bien tratarse de episodios aislados. La infraestructura petrolera no parece ser el centro de atención de la campaña de bombardeos aéreos.
Recientemente los servicios de inteligencia alemanes dieron a conocer un informe cuya principal conclusión es que los ingresos petroleros del EI han sido fuertemente sobrestimados (www.süddeutschezeitung.de). Se calcula que los campos petroleros en el norte de Siria e Irak bajo control del Estado Islámico tendrían la capacidad de 172 mil barriles diarios, pero su producción se ha desplomado a menos de 28 mil. Los ingresos se habrían colapsado, de unos 3 mil millones de dólares a sólo 100 millones anuales. Y si es cierto que los bombardeos por fin se han concentrado en estas instalaciones, los ingresos petroleros del EI serían mucho menores.
Por todo lo anterior es probable que el financiamiento del EI a través de sus exportaciones de petróleo sea más un mito que una realidad. El dinero que constituye la columna vertebral de las operaciones del EI podría provenir de otras fuentes. Y como los mitos se construyen para ocultar verdades incómodas, quizás a Washington no le conviene que se sepa toda la verdad sobre las finanzas del Estado Islámico.
Un indicio de esto está en las declaraciones del almirante retirado James G. Stavridis (nada menos que comandante supremo de la OTAN entre 2009-2013) sobre la existencia de inversionistas ángeles
en países árabes que han canalizado fondos para financiar los operativos que hicieron posible el surgimiento del Estado Islámico. Estos individuos multimillonarios tienen una clara simpatía religiosa y afinidad ideológica con los grupos militantes del Estado Islámico y, además, pueden permitirse el lujo de otorgarles un generoso apoyo financiero.
Según Stavridis la mayor parte de esta fuente de recursos se ubica en Qatar. Pero varios informes indican que personajes en otros emiratos y en Arabia Saudita también han canalizado recursos a través de distintos mecanismos para el Estado Islámico. El subsecretario del Departamento del Tesoro estadunidense para asuntos de terrorismo e inteligencia financiera, David Cohen, señaló en una conferencia que el mismo fenómeno se encuentra en Kuwait y volvió a señalar al mejor aliado
de Washington en la región, Arabia Saudita.
Nada de esto debe sorprender. Los orígenes del Estado Islámico y su ideología de intolerancia están en el empleo de la yihad y el wahhabismo como instrumentos de la política exterior de Estados Unidos a partir de 1979. Cuando Saddam Hussein invadió Kuwait, Estados Unidos aprovechó el momento para establecer un complejo de bases militares en Arabia Saudita. En contraposición a las promesas iniciales, Washington mantuvo sus instalaciones después de la primera guerra del Golfo. El impacto sobre la radicalización del movimiento fundamentalista islámico de inspiración wahhabita fue inmediato. La fuente de financiamiento a los grupos más radicales en Siria y ahora en el Estado Islámico no se ha interrumpido.
Twitter: @anadaloficial