Sábado 21 de noviembre de 2015, p. a16
En los estantes de novedades discográficas esplende el Amazonas, la playa de Ipanema, los paisajes de atardeceres en Brasil, un paseo en teleférico sobrevolando la ciudad de Río de Janeiro.
Todo eso encierra un disco fabuloso: Milhaud. La Création du monde, Le boeuf sur le toit, Saudades do Brasil-quatre danses.
Pertenece a la serie Original Jacket, de Warner Classics, que ya hemos referido aquí y cuyas bondades incluyen grabaciones remasterizadas de versiones hasta ahora inconseguibles, joyas de la discografía histórica recuperadas con su funda original (Original Jacket).
La música de este formidable disco fue escrita por el compositor francés Darius Milhaud (1892-1974), una de las voces más originales, interesantes, individuales y recias en la historia de la música, a pesar de que su obra no goza de la difusión merecida y se reduce a las mismas partituras de siempre, que no desmerecen pero opacan el resto, aún más importante.
Las obras que contiene esta grabación fueron escritas como resultado de lo que vivió Milhaud en Brasil, donde fue agregado cultural del poeta Paul Claudel, embajador de Francia en ese país sudamericano.
Está lleno de música deliciosa: tangos, rumbas, sambas. Sabrosura.
Con estas obras, Milhaud abrió el linaje al que pertenecen partituras tan populares como el Danzón número 2 de Arturo Márquez o el Mambo de Leonard Bernstein: llevan a las salas de concierto la riqueza de la música de barrio.
Le boeuf sur le toit fue escrita en 1919 con la idea de acompañar un filme mudo de Charles Chaplin, pero el tremendo Jean Cocteau convenció a Milhaud de destinarlo para un espectáculo que finalmente montaron en un bar de Nueva York, y que incluyó la participación de los famosos payasos Los Fratellinis, del Circo Médrano.
El título viene de una canción popular brasileña: O boi no telhado, El buey sobre el tejado, que Milhaud imita en un rondó que atraviesa toda la obra para terminar donde empieza.
En el minuto 12:29 sucede una de esas epifanías raras en la historia de la música de concierto: suena, como segunda melodía, una tonada idéntica al tema inequívoco de La Sirenita, esa pieza de Rigo Tovar tan conocida.
En el vasto sistema de vasos comunicantes de la cultura, pudiera entenderse la euforia rítmica que hay en Brasil y que captó Milhaud y la de Tampico, que compiló don Rigo Tovar.
Es una de esas rarísimas coincidencias que no tienen en realidad explicación alguna y que nos llevan al disfrute, a la diversión. Siendo tan acartonado y almidonado y pomposo el mundo de la música clásica
, hacen falta todas las sonrisas del mundo.
En la Séptima Sinfonía de Mahler, por cierto, sucede algo semejante: en un momento dado del segundo movimiento se escucha claramente una melodía idéntica al tema de Siboney, esa pieza maestra del cubano Ernesto Lecuona.
Cosas de la música.
El disco que hoy nos ocupa comienza con La Création du Monde, nacido de la fascinación de Milhaud luego de su experiencia de escuchar jazz en Harlem y contiene pasión y sensualidad intensas, como en el minuto 13’44”, cuando suena la Danza del Deseo y Fuga.
Una tercera obra de Milhaud inunda de delicia este cedé: Saudades do Brasil: esplendorosa colección de 12 tangos, cada uno de los cuales lleva el nombre de un distrito de Río de Janeiro. El biógrafo de Milhaud, Paul Collaer, lo pone así: hay elegancia en Sorocaba, ternura en Leme y brillantez en Ipanema; y Gamea explota en ritmos y armonías demoledores antes de rendirse en un amable desparpajo
.
El disco incluye los 12 tangos dirigidos por el propio compositor y una serie de cuatro de ellos por Leonard Bernstein. En las notas al programa, Roger Nichols lo pone así: en la grabación de Milhaud hay blanco y negro, mientras la de Bernstein está en technicolor
.
Gran disco. Imprescindible. La pura gozadera.