Esmeralda La Joya Moreno no pelea para tener lujos ni para conquistar la gloria deportiva. A diferencia del imaginario que mueve a tantos pugilistas, sus aspiraciones son prácticas: el boxeo es un empleo con el que puede pagar sus estudios en la universidad y mantener a su pequeña hija.

Por eso, además de celebrar la victoria del sábado ante Yesenia Martínez –a quien noqueó y fracturó la mandíbula–, lo más satisfactorio fue cerrar un año con mucha actividad (cuatro combates, uno por el cetro mundial), que se traduce en ingresos económicos.

Yo no puedo pelear una vez al año, explica Esmeralda, quien el sábado regresó al cuadrilátero después de la derrota que sufrió ante Ibeth La Roca Zamora. Tuve mucha actividad este año y eso me permite mantener a mi hija y pagar mi carrera en la Universidad Autónoma del Estado de México.

Moreno fue campeona mundial después de enfrentar a las mejores, siempre en condiciones de desventaja, pues tenían más experiencia o eran de categorías superiores; esa fue su escuela hasta que ganó el título ante la japonesa Naomi Togashi, en junio de 2012. El cinto lo defendió una vez, meses más tarde, y se retiró para ser madre.

Un año después volvió, como si empezara su carrera. Ha peleado con la humildad de una novata, con paciencia, aun cuando no pudo arrebatar el cetro supermosca del Consejo Mundial de Boxeo a Zamora en septiembre pasado.

Es mucho el sacrificio que la maternidad exige a una boxeadora profesional, indica. Como para cualquier mujer es una decisión personal, que no cambiaría por ningún título, pero ha sido difícil empezar de nuevo.