Eisenstein en Guanajuato
o que originalmente debía ser un documental sobre la estancia del cineasta Serguei Eisenstein en México y la filmación de su película finalmente inconclusa, ¡Qué viva México! (1931), terminó siendo una obra de ficción sobre la fugaz relación erótico-sentimental del director de El acorazado Potemkin con su guía Palomino Cañedo (Luis Alberti), solícito desflorador de virginidades tardías. Eisenstein en Guanajuato, escrita y dirigida por el británico Peter Greenaway (La panza del arquitecto; El ladrón, el cocinero, su amante y su esposa), propone, de modo novedoso, un acercamiento a la vida íntima del realizador soviético durante su visita a México; la crónica de los 10 días que estremecieron su vida
. Greenaway centra su filme en el tímido y gozoso despertar homosexual del icono grandioso del cine soviético y lo presenta maliciosamente ahora, en la época de mayor virulencia de la homofobia institucional rusa.
Elmer Bäck, el proteico y carismático actor teatral finlandés que interpreta a Eisenstein es exasperante y verboso, a ratos divertido, siempre ocurrente. Combina con astucia la modestia y la megalomanía comúnmente atribuida al cineasta ruso. Despliega su desnudez rubicunda con un desparpajo sorprendente, y consigue evitar lo ridículo y lo grotesco en las escenas sexuales más explícitas y delicadas que le impone el director británico. El mexicano Alberti cumple con gran maleabilidad la ruda faena de interpretar a su pequeño gran semental ilustrado.
Y como la extravagancia parecía ser la debilidad mayor del cineasta ruso, como consignan la iconografía y la leyenda, Greenaway no tiene reparo en hacer de su película un gran escaparate de barroquismos visuales, con tomas en gran angular e infatigables recorridos circulares, transformando el interior del teatro Juárez guanajuatense en un apabullante escenario multimedia, y saturando la pantalla con una atiborrada y obvia red referencial a partir de imágenes de archivo, citas fílmicas y múltiples fotografías de artistas célebres. Al lado de ello hay el infaltable desfile de clichés pintorescos sobre la incestuosa relación del mexicano con la muerte, con su proliferación de máscaras, esqueletos y disfraces, y un largo etcétera de estereotipos gastados que a ocho décadas de haberse filmado ¡Qué viva México! aún reclaman originalidad y vigencia.
Con una pista sonora imponente y una propuesta visual rabiosamente inventiva y sensual, Eisenstein en Guanajuato es, por encima de los reparos a las facilidades de su folclorismo de ocasión, todo un elogio a la desmesura de la genialidad; también –y no es poca cosa– al gran heterodoxo político y sexual que en la cinta se presenta como un boxeador por la libertad de la expresión cinematográfica
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Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional. a las 12:15 y 17:30 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil1