Domingo 8 de noviembre de 2015, p. a16
Hay amistades peligrosas, pues desde que se inician se sabe que terminarán mal. Se da por sentado que, en esos grupos, es inevitable la autodestrucción de sus integrantes, es decir, una agónica y lenta capitulación.
Pero no, Haruki Murakami (Kioto, 1949) no es un escritor autodestructivo. Sus libros rozan en ello, sin embargo no caen por completo en ningún vicio. Ama a sus personajes, les da todo el confort para poder vivir sin ningún ensanchamiento, pero como escritor sabe que eso no genera ningún interés literario. Así que tiene fórmulas para hilar sucesos que de alguna manera incitarán a seguir con detalle cada uno de sus asuntos.
Sus personajes saben que el mundo estará ahí siempre, pero ellos no. A través de éstos sentiremos que el ritmo de la sociedad oriental es igual de vertiginoso. Pasar de la infancia a la adultez tiene sus complicaciones como en cualquier otra etapa, no hay distingos. Lo que los salvará, sin duda, será el lenguaje. Eso será lo que al final les pertenecerá, de modo que quienes sobrevivirán podrán narrar en palabras quiénes eran y quiénes son, así como relatar las diferentes versiones de la muerte, que le ocurre a uno de ellos.
Esta novela no es un ejercicio sobre la amistad, sino de las complicaciones en las cofradías que con sus actos se han jurado lealtad, armonía eterna y sutilezas de ese tenor. Es, más bien, para saber qué les aguarda a ellos que han atravesado por esa ruta que nos define como seres sociables. Tremenda frase que en realidad es más risueña y recta que verdad.
Durante su adolescencia, Tsukuru Tazaki, el chico sin color, junto a otros cuatro formaban un grupo de cinco amigos: dos mujeres y tres hombres. Sin embargo, al finalizar los estudios de bachillerato Tusukuru se marchó de casa para ir a estudiar a una universidad de Tokio.
Estar lejos de ellos le provocará severas crisis de depresión. Él, como personaje principal, será el encargado de narrar la forma en que se conocieron y algunas de las razones de porqué siendo un grupo donde había chicas y chicos jamás se fraguó ningún tipo de aventura sexual entre ellos, si todos eran atractivos, jóvenes y estudiantes sanos.
En Tokio, Tusukuru se enamora de Sara, mujer mayor que él, a quien le confiesa que tal vez él fue quien provocó la ruptura del grupo al ir a estudiar a una universidad alejada de la ciudad en la que se quedaron a vivir sus amigos, y que por esa situación, sin decir más detalles, cada uno de ellos le dicen que jamás quieren volver a verlo y tampoco hablar con él.
En esos momentos, la sorpresa de Tusukuru le impidió indagar el motivo de esa decisión. Aquí es donde comienza la peregrinación de este chico sin color.
En algún punto de la lectura ocurre algo conmovedor, una sensación extraña, como si dos dimensiones temporales distintas se hubieran fundido en una, es decir, a Tsukuru le surge la confusión entre el sueño y la vigilia respecto de un acto sexual.
En el sueño pudo imaginar con quién realizaba el coito, incluso lograba llevar el ritmo, pero en la vigilia –en el plano de la realidad– la perturbación de con quién pudo haberse metido le resultará sorprendente, una verdadera confusión de situaciones. ¿Filias o simples y recurrentes sueños? Resultará complicado saberlo.
Con la ayuda de Sara visitará en persona a cada uno de sus amigos para indagar cuál fue el verdadero motivo de la expulsión de aquel grupo. Cada confesión le hará mella en su ánimo. Descubrirá que los corazones humanos no se unen mediante la armonía, sino más bien, herida con herida. Dolor con dolor. No existe aceptación sin pasar por un sentimiento de pérdida
.
El final abierto de la novela dejará muchas interrogantes, y como regalo, resulta un excelente detalle.
Título: Los años de peregrinación del chico sin color
Autor: Haruki Murakami
Editorial: Tusquets
Páginas: 314
Inquirir como reflexión
El lenguaje es una de nuestras mejores herramientas de las que disponemos para comunicarnos, pero al mismo tiempo, las limitantes que surgen cada vez que lo analizamos nos convierten en curiosos más sofisticados. Es también un impedimento a la compresión plena de las cosas. En él, incluso, está el límite del conocimiento.
De igual manera sucede con la escritura porque en realidad es un pensamiento incompleto el que se plasma, es inacabado y lleno, además, de múltiples interpretaciones, porque así como a todo lo que existe en el universo se le puede dar un nombre para identificarlo y cada nombre puede expresarse con un sonido, cada sonido tiene su representación. Es decir, que no puede pronunciarse nada que no pueda ser escrito y leído.
Así de interesante es el escritor Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) con este nuevo libro de ensayos, con quien descubriremos que la curiosidad casi nunca es recompensada con respuestas satisfactorias, sino con un deseo mayor de formular nuevas preguntas con el placer de dialogar con otros. La curiosidad es un medio para declarar nuestra pertenencia al género humano
, afirma el escritor argentino.
Título: Curiosidad: una historia natural
Autor: Alberto Manguel
Editorial: Almadía
Páginas: 566
Un optimista veinteañero
Muchos sólo conocemos al Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1889-Ginebra, 1986) consagrado en las letras universales, al escritor multirreconocido, serio y reservado.
Sin embargo, en este libro hay otras curiosidades previas a su reconocimiento mundial, una compilación de escritos que muestran al Borges veinteañero, joven y optimista, lleno de vitalidad y con una pasión ferviente por leer, escribir, publicar, confrontar y fundar revistas literarias, donde no se limitaba a enaltecer a grupos ya establecidos, sino a publicar a autores noveles que expresaran un claro fervor desinteresado por la vida del espíritu literario. Podremos leer el poema Pedro Luis en Martigny
, considerado su primer soneto publicado, en el que sus esfuerzos líricos consistían en buscar la sensación y no la descripción de las premisas espaciales o temporales que la rodeaban. En esos años prefería lo espontáneo porque, según sus palabras, eran lo más bello que lo planeado.
Título: Jorge Luis Borges: textos recobrados I (1919-1929)
Editorial: Debolsillo
Páginas: 597
Texto: José Rivera Guadarrama