marga pensar y escribir sobre una realidad que nos sofoca: el enladronamiento impune del país, que crece ante la indiferencia de quienes debieran cohibirlo y castigarlo. La cada vez más vigorosa indignación social de algún modo encontrará una salida, que esperamos no sea costosa. El país enladronado es una feria de voraces oportunistas que no cejan en lucrar en toda ocasión y resquicio. Es igual un puesto en un Poder Ejecutivo que un sitial legislativo o un tribunal.
Eso se revela en un contrato sangrado; en el policía, el inspector, el tramitador de lo que sea, en todos, cualesquiera que sean, todos los que acrediten cualquier forma de autoridad. Esos atropellos incitan la justa censura de los miembros de la sociedad que soportan el ver y sentir tal degradación de la vida nacional. El país, a la vista de todos tiende a ahogarse en el enladronamiento. El juicio de la comunidad internacional, que parece que al gobierno no importa, es el mismo: México está enladronado.
Ya el gobernador de Puebla apodado precioso
, su congénere Moreira de Coahuila y el tío presidencial Montiel, así como Genaro García Luna, son sombras de la impunidad. Robaron como quisieron y fueron amparados por la mano que los debió enjuiciar: el poder político en ejercicio. Esa misma mano ahuyentó a los espíritus de la justicia que sobrevolaban a los funcionarios mexiquenses de ayer y de hoy que se amafiaron con directivos del Grupo OHL. ¿Por qué no se supo de ellos?
En estas semanas han abundado las denuncias públicas contra el gobernador de Veracruz y contra su patrón Fidel Herrera. Al primero la justicia le hizo olvidadizos aquellos 25 millones que sustraídos del tesoro estatal aportaba a la campaña presidencial; tranquilo por aquella salvaguarda, hoy hunde a Veracruz en un caos.
Para vergüenza ante España, a Fidel se le regala una representación consular de primera, Barcelona, pero para que no se sometiera al juicio del Senado, se rebajó formalmente su categoría a simple consulado. ¿Qué opinarían por allá? Un día eso pudo llamarse ejercicio indebido de la función pública
o tráfico de influencias
. Hoy es simplemente teocracia.
Al ex gobernador de Guerrero Ángel Aguirre y a su procurador Iñaki Blanco nadie les ha imputado el descubrimiento de 80 cadáveres en las cercanías de Iguala, muertos en fechas anteriores al drama de los 43 muchachos. Esta semana surgieron nuevas fosas en Carrizalillo, muertos que fueron asesinados durante su gobierno. ¿Y? Pues nada, los señores se fueron tranquilos al retiro.
En el foro México, Cumbre de Negocios, en Guadalajara, Millan Bojolil, poderoso líder empresarial, sostuvo sermoneando: Lo que nos molesta es que nos mientan, que el gobierno no diga la verdad. Se requiere que nos diga cómo se ejerce el dinero que aportan los contribuyentes y así evitar la corrupción
, todo eso y más y más…
De todos estos amargos recuentos sobre un México enladronado y la indignación del pueblo surgen ya demandas de juicio al Presidente. Algunos analistas con objetividad expresan simpatía con ese ejemplo pero nadie piensa aún en un juicio penal contra Peña. Se elevan exclamaciones por un enjuiciamiento que en la conciencia nacional ya se formuló: Peña Nieto auspicia la impunidad y, con ello, la corrupción.
En su mundo fantástico, el Presidente habla de un Sistema Nacional Anticorrupción que como otros proyectos, trenecitos, gendarmería, cascos azules o duplicar el puerto de Veracruz, abortaron o han sido sólo para el discurso, la foto y el momento.
Hace semanas en Silao prometió construir 52 autopistas (¿?), lo que, según él mismo dijo, implica la construcción de más de 3 mil kilómetros de nuevas carreteras
. Lo que equivaldría a cubrir la distancia ciudad de México-Tijuana, construyendo mil kilómetros por año.
Esas ensoñaciones son la explicación de por qué la justicia está sedada. Combatir efectivamente la corrupción implica como primer e ineludible paso dedicar realismo al razonamiento y la decisión de castigarla, y eso, está visto, en este sistema teocrático sólo es posible mediante un vigoroso compromiso presidencial, y hay evidencias de que existe una firme determinación de no aplicarla. Todo lo contrario, vienen más premios facturados a cargo de Relaciones Exteriores.
Mientras no se castigue a delincuentes gruesos que son obvios nadie creerá nada, y eso depende exclusivamente de la voluntad presidencial. Si alguien cree en la independencia real de los más de los órganos de procuración y administración de justicia, es que no conoce las entrañas de su país. Visto de esta manera, México seguirá enladronado.