Encuestas le dan 54.8% para obtener la candidatura presidencial del Partido Demócrata
Sanders ha superado todas las expectativas; no sería un fracaso perder la nominación: analistas
Viernes 6 de noviembre de 2015, p. 31
Washington.
Hillary Clinton tiene una sonrisa ensayada, fría, y calculadora, o sea, de política.
Después de meses de estancamiento en la opinión pública que detonó preocupación en la cúpula del Partido Demócrata, a tal grado que se contemplaba buscar un suplente como precandidato presidencial, y la sorpresiva fuerza de la campaña de su retador Bernie Sanders, la sonrisa de Clinton –como la del gato Cheshire– ha regresado.
Los republicanos, en su intento por hacer lo opuesto, ayudaron a resucitar la campaña de Clinton hace unos días, cuando la sometieron a otra audiencia sobre su manejo ante el ataque contra diplomáticos estadunidenses en Libia, cuando era secretaria de Estado, y el asunto de su cuenta personal de correo electrónico durante su gestión como jefa de la diplomacia estadunidense. Pero el interrogatorio de 11 horas por legisladores republicanos fue tan inepto, y Clinton, con sus reconocidos talentos políticos, fue tan ágil en el espectáculo, que salió proclamada campeona en esta batalla.
Más allá de que la contienda dentro del Partido Republicano es agradecida por cómicos y comentaristas serios, deja claro que los adultos
en este juego político son los demócratas, lo cual también ayuda a Clinton. Más aún, con las posiciones xenofóbicas de los precandidatos republicanos, y en particular Donald Trump, junto con el anuncio de Paul Ryan, recién electo presidente de la cámara baja –y por lo tanto el republicano electo más poderoso del país– de que no contemplará ningún proyecto de ley de reforma migratoria antes de las elecciones nacionales de noviembre de 2016, han nutrido una mayor movilización entre el creciente sector latino que, por ahora, favorece a los demócratas y sobre todo, por el momento, a Clinton.
A la vez, en el debate nacional más reciente entre los demócratas, los formadores de opinión pública
la declararon ganadora, aunque no necesariamente amplios sectores de la opinión pública, frente a sus contrincantes.
Como resultado, Clinton ha gozado de un incremento en su apoyo según las encuestas, y también ha logrado calmar los nervios de la cúpula demócrata, algo que seguramente fue clave en la decisión del vicepresidente Joe Biden –entre otros– de no lanzarse a la contienda para rescatar al partido.
Por lo tanto, algunos expertos pronostican que Clinton logrará conquistar –como se esperaba al inicio– la candidatura presidencial de su partido. El profesor Allan Lichtman, de American University, experto en historia de elecciones políticas, comentó a periodistas que “si no pasa algo muy extraño –y eso sí ocurre en la política– parece que Clinton será la candidata de consenso del Partido Demócrata”.
Pero el fenómeno Sanders –quien se define como socialista democrático– sigue generando entusiasmo entre sectores progresistas y liberales, y goza de la energía de un amplio sector de jóvenes, lo cual no deja de sorprender a patriarcas y matriarcas del partido. Entre lo más notable es que la campaña de Sanders es financiada exclusivamente por donaciones pequeñas de ciudadanos ordinarios, mientras la de Clinton y, ni hablar las de los republicanos, dependen en buena parte de aportaciones de ricos y de intereses ligados con la cúpula económica del país.
Aunque algunos expertos electorales calculan que el voto potencial para Sanders está limitado a no más de un tercio de las bases demócratas, su campaña recluta a un abanico de activistas en busca de mayor apoyo entre otros sectores demócratas como latinos, sindicatos y sectores afroestadunidenses, entre otros.
De hecho, la campaña de Sanders recientemente contrató a dos inmigrantes indocumentados mexicanos, Erika Andiola y César Vargas, quienes junto a Arturo Carmona, otro activista latino de padres inmigrantes contratado el mes pasado para encabezar los esfuerzos para relacionar la campaña con los diversos sectores latinos, buscarán ampliar la presencia de Sanders entre esas comunidades.
A pesar de que ha bajado en algunas encuestas mientras Clinton revive, Sanders también tiene una sonrisa en estos días. Algunos observadores consideran que aunque no se produzca la revolución
que insta Sanders y no logre obtener la candidatura del Partido Demócrata, eso no sería un fracaso. Está feliz, afirma el veterano periodista político Dana Milbank del Washington Post, quien pregunta: ¿por qué no lo estaría? Ya ha tenido éxito más allá de todas las expectativas, incluidas las suyas. Su campaña ha elevado los temas liberales, ha cambiado la conversación dentro del Partido Demócrata y ha forzado a la probable nominada a dar un giro más popular
.
Su enfoque central, la desigualdad económica y sus consecuencias políticas –tema impulsado a niveles nacionales por Ocupa Wall Street (algunos veteranos de ese movimiento ayudan en su campaña)– se ha vuelto el tema prioritario en el debate político nacional. Pero también ha promovido otros: la defensa de los inmigrantes, la violencia oficial contra los afroestadunidenses, el cambio climático y justo hace un par de días presentó un proyecto de ley en el Senado que propone poner fin a la prohibición federal de la mariguana.
Sin embargo, Sanders tiene un par de posiciones que provocan dudas entre algunos progresistas, entre ellas, y tal vez su flanco político más vulnerable que ya está explotando Clinton, es su apoyo al derecho ciudadano a portar armas. Él explica que por supuesto está en contra de ventas de armas sin más regulaciones, pero que representa en el Senado a un estado rural, Vermont, cuyos ciudadanos favorecen ese derecho. A la vez, cuando Obama anunció que enviaría tropas a Siria recientemente, Sanders, junto a Clinton, endosó esa decisión.
El promedio de las principales encuestas tienen a Clinton con 54.8 por ciento frente a 32.5 por ciento de Sanders a escala nacional, según cálculos de Real Clear Politics. Sin embargo, Sanders aún encabeza las encuestas en Nueva Hampshire, donde se realizan las primeras elecciones primarias. Vale recordar que aún estamos a un año de las presidenciales; una eternidad en tiempos políticos.