Que su feria es un primor...
ocas cosas mueven con tal frenesí a los aguascalentenses como las líneas finales de Pelea de gallos, la canción de Juan Santiago Garrido Vargas que informalmente es el himno de la entidad. Cualquier discusión puede ser terminada gritando el sonsonete: ¡Viva Aguascalientes... que su feria es un primor!
Eso basta para, distraída la atención, zanjar el asunto, pues cualquier oriundo de la tierra buena
se rinde al orgullo de la patria chica.
Este rasgo que identifica a la gente de Aguascalientes da cuenta también de una incapacidad generalizada para la argumentación y el debate. La medianía del discurso se refleja en la ausencia de aguascalentenses destacados en los ámbitos cultural, social, económico y político. Los del Altiplano no hemos dado el salto al ámbito nacional, destacamos por nuestro conformismo. La ausencia de discusión pública se esconde tras la presunción de cortesía, un ánimo de no molestar al otro con la exposición de un criterio o la defensa de una premisa.
Es una constante que a las iniciativas de diálogo se les deje tendida la mano; no importa cuán urgentes sean los temas que se deban debatir: la movilidad, el ingreso depauperado, la vocación económica de la entidad, la absoluta indiferencia ante la obligación de rendir cuentas o la ausencia de compromiso con la transparencia. Desde los gobiernos, los administradores del progreso
presumen que nos hemos ganado una escoba de oro, el primerísimo lugar en generación de empleo o seguridad. Aceptamos informes parciales sobre los viajes de los gobernantes y sus raquíticos resultados; pasamos por alto las giras a las cuales los funcionarios llevan a sus familiares a cuenta del erario, porque se confunde cuestionar con una falta de respeto o se acusa a quien pregunta de falta de cooperación.
Aguascalientes está por vivir una elección extraordinaria, la del primer distrito, que definirá una tercera diputación federal, pero es como si nada pasara; de hecho, así es: alianzas van y vienen, declinaciones, ausencia de proyectos e inercia por parte de los partidos políticos, pero no pasa realmente nada, y es que vivimos de fiesta en fiesta, desde la Feria de San Marcos al Festival de Calaveras (actualmente en curso). Sólo importa que lo urgente no quite el tiempo dedicado al festejo, y cuando pareciera que vamos a tomarnos en serio, basta gritar: ¡Viva Aguascalientes... que su feria es un primor!
, para regresar a la nostalgia de la fiesta. Y quedarnos ahí, en la distracción.