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Rodeada de cempasúchil, interpretó los temas de Balas y chocolate

Ante 10 mil personas, Lila Downs cantó a los muertos en el Auditorio

Se escucharon Humito de copal, La promesa y La llorona, entre otras

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La escenografía del espectáculo que ofreció la cantante el domingo pasado fue un enorme altar de muertos, desde donde tocaron los músicos maquillados como calaverasFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Martes 3 de noviembre de 2015, p. a10

La Lilamanía avanza; la raíz de México, también; fuerte, cuando es real, no artificiosa o folcloroide; es luminosa, con lumbre de veladoras que señalan el camino al Mictlán, al lugar de los difuntos, en la noche del primero de noviembre, de los pequeños, de los chiquitos, de los angelitos, que se fueron antes que sus padres; con olor a incienso y a vela de cebo; de llanto apagado y música a ritmo de entierro.

Fue una cita en el Auditorio Nacional, el pasado domingo, de casi 10 mil personas que se saben las canciones de Lila Downs, hasta La cumbia del mole. Es la tradición reforzada, cargada de modernidad, de costumbres que evolucionan. Por eso el espectáculo gusta a generaciones diversas, porque la estética es de antes y de ahora, de composiciones del cedé Balas y chocolate. Del ranchero, norteño, cumbia a lo Celso Piña con su excitante Cumbia poder, que hizo decir a Lila que es posible cambiar algo con la música, porque el arte transforma el espíritu.

La escenografía fue, sobre todo, una ofrenda de Día de Muertos, con cempasúchil por todos lados. Lila y sus músicos se maquillaron para mostrar que somos de carne y hueso, pelando los dientes, en una sonrisa eterna, porque las calaveras se ríen... quién sabe de qué.

Vistió a lo oaxaqueño, con falda para verse súper mujerón. Tanto que le gritaron: ¡Lila, te amo!, ¡mamacita!, a lo que ella respondía con agradecimientos y un ¡yo también los quiero! Lo que no sabían es que entre los músicos se hallaba el Paul Cohen, el accionista totalitario de los sentires de Downs. Hay que ponerse vivos. Más porque Lila parecía juchiteca, con cuerpazo, brillitos en la frente, botas que resaltaban el chamorro. La falda arriba de las rodillas. Esto más una actitud que dominaba al gentío.

Primer día de muertos y se escuchó Una cruz de madera, Humito de copal, Balas y chocolate, Dulce veneno, de amor, ni más, ni menos.

La farsante, juangabrielesca; Vámonos, josealfrediana, con la que pidió por quienes están mal de salud. Con Pedro Aznar intérpretó Cuando tú me tocas, íntima melodía con la que Lila y Pedro actuaron como dos enamorados en plenitud. Entró el grupo Tribu, Tloque nahuaque. Fue el rito para los muertos, Danza prehispánica y guturaciones de ultratumba. Es la oscuridad visible.

La promesa, Patria Madrina, en la que deseó se cumpla el sueño de José Martí y Simón Bolívar. Viene la muerte. Cucurrucú, paloma, en la versión de Lila, en la que hace alarde de sus graves y agudos. Con su rebozo semeja el aleteo de una paloma. Zapata, con la que se proyectaron imágenes de revolucionarios, y otros héroes asesinados.

Con Aída Cuevas cantó Cielo rojo y No me amenaces.

Mezcalito, en la que Lila se echó un trago a boca de botella. Hizo un esfuerzo, pero sí le causó gestos. La llorona, que cantó con rebozo y una imagen de una madre de luto.

Hoy, los seguidores de Lila Downs crecen. Su autenticidad es clara y sincera. Es la raíz, la tradición y la modernidad en tensión permanente.