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Lo meritorio de Morelia 2015
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La francesa Isabelle Huppert fue una de las invitadas de honor al Festival Internacional de Cine de MoreliaFoto Ignacio Juárez
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abiendo iniciado a la misma hora en que el huracán Patricia tocaba la costa mexicana, todo daba a pensar que la décimotercera edición del Festival Internacional de Cine de Morelia iba a cumplir la mala fama cabalística del número. Pero, según se sabe, el huracán más grande de la historia se deshizo antes de provocar muchos daños y el festival se realizó con la eficiencia y la buena vibra de costumbre.

Coincido con Carlos Bonfil en sus apreciaciones publicadas ayer sobre la capacidad organizativa del encuentro, así como de las múltiples opciones de su bien planeado programa cuya sección retrospectiva, dedicada al cine gótico mexicano, fue especialmente fuerte. Este año, por coincidencia, ya había visto la mayoría de los estrenos extranjeros en Cannes o en Toronto, por lo que me concentré sobre todo en la nueva producción nacional.

Como suele suceder, la competencia documental resultó más satisfactoria que la de ficción, con títulos tan logrados como Los reyes del pueblo que no existe, de Betzabé García, egresada del CUEC. Proyectado antes en el festival de Guadalajara y en Ambulante, el documental se centra en tres familias que han permanecido en el pueblo sinaloense de San Marcos, que tiene la particularidad de estar sumergido bajo el agua la mitad del año, a causa de una presa.

La mirada de la cineasta sugiere lo que sería el Apocalipsis entre mexicanos. Aunque temerosos de las matanzas ocurridas en la zona, los personajes viven con relativa calma la cotidianidad del desastre. Hay apuntes de esa vida insólita que recuerda a ciertos momentos en los documentales de Werner Herzog. Con justicia, Los reyes del pueblo que no existe obtuvo el premio a mejor documental y el de mejor documental hecho por una mujer, extraña categoría si las hay.

También meritorio –ganó el premio Guerrero de la Prensa– fue el documental El hombre que vio demasiado, de Trisha Ziff, centrado en la figura del singular fotógrafo Enrique Metínides, que dedicó su vida profesional a captar fotos escalofriantes para el diario La Prensa. Entre imágenes difíciles de olvidar por su carácter macabro, el hombre describe la insensibilidad a la tragedia que fue desarrollando desde los nueve años. En sus mejores momentos, el trabajo nos remite a la fragilidad de la existencia humana y la crueldad del azar.

El ya experimentado documentalista Everardo González presentó en El Paso, un testimonio dramático, sobre los periodistas mexicanos que tratan de conseguir el exilio en la ciudad epónima, después de haber sido sometidos a amenazas por el crimen organizado y la policía. Si bien no es un documental a la altura de Los ladrones viejos (2007) o Cuates de Australia (2011), digamos, es una denuncia perentoria sobre la situación apremiante de un cada vez mayor número de periodistas que viven en peligro.

En cuanto a los largometrajes mexicanos coincido con los colegas de la Red de Periodistas Cinematográficos y no con el jurado oficial, en relación a cuál fue la mejor película de ficción del festival. Apenas reconocido con una mención por el segundo, Te prometo anarquía, de Julio Hernández Cordón, es una descripción entre realista y lírica sobre la relación amorosa entre un par de patineteros chilangos, de diferentes clases sociales, pero que viven en la calle dedicados al comercio ilegal de sangre. Con diálogos muy ocurrentes –una rareza en el cine mexicano actual–, pero sobre todo con energía y frescura, la película consigue ser un vívido fresco de la existencia juvenil urbana. Ya en su quinto o sexto largometraje, Hernández Cordón, guatemalteco radicado en México, ha dado un brinco cualitativo en su carrera.

Otra película muy convincente en la competencia fue Un monstruo de mil cabezas, de Rodrigo Pla, sobre las medidas extremas que una mujer debe tomar ante la insensibilidad de una compañía de seguros médicos para que su esposo sea atendido. El realizador demuestra un dominio de su oficio mediante una solvencia formal que adopta originales puntos de vista para resolver su narrativa. Aunque la historia estira la verosimilitud de su situación, es la arriesgada actuación de Jana Raluy –justamente premiada, eso sí, por el jurado oficial– la que sostiene todo el asunto.

Ya habrá oportunidad de comentar con amplitud estos y otros títulos.

Twitter: @walyder