Día de Muertos, todos los días
Aquí todos los días son Día de Muertos. Desaparecidos a perpetuidad porque los suyos, sus padres, hermanos o compañeros, no aceptan ni aceptarán que han muerto, que sus restos están en una de tantas tumbas colectivas; o que han sido calcinados en una plaza pueblerina, en distante provincia o en la ostentosa ciudad capital. En la imagen, actividades realizadas ayer en Londres con el fin de exigir justicia para las víctimas de AyotzinapaFoto London Mexico Solidarity
30 kilómetros de Puebla, en una población con 30 mil habitantes, lincharon a los hermanos Rey David y José Abraham Copado Molina. Dos muertos más en la larga lista de víctimas de la barbarie y la ausencia incontestable del imperio de la ley. La multitud se los arrebató a la impotente policía, los mató a golpes en plena plaza; luego encendieron una hoguera y arrojaron sus cuerpos al fuego. Nadie atribuyó el bestial crimen a usos y costumbres indígenas, ni a las tradiciones religiosas que merecen respeto
.
Dos más en la lista empolvada que contiene los nombres de las víctimas de decenas de linchamientos. Tantos como para asombrarnos del desinterés que siguió al impacto de cada noticia. Y sobre todo de la indiferencia de las autoridades locales, estatales y nacionales, que dejaron empolvarse las actas y no procedieron conforme a derecho. Si acaso, uno o dos de esos linchamientos condujeron a proceso y concluyeron en sentencia de un juez. Pero las buenas conciencias celebran el Día de Muertos y admiran las ofrendas de los vivos, ceremonias como las del Lago de Pátzcuaro, impregnadas de fervor popular y de la belleza del encuentro y desencuentro de la luz y la oscuridad, de la vida y la muerte. ¿Quiénes llevan flores a las tumbas colectivas que hoy cubren casi todo el territorio nacional?
Los familiares buscan a sus muertos. Las autoridades topan con el muro del desprecio por la vida con el que simplemente hicieron la cuenta de cadáveres, sin levantar una acta individual, el testimonio documental que ofrezca la esperanza de identificar a cada uno de esos individuos y permita a sus gentes llevarles algún día flores, alimentos, compañía y recuerdos. Aquí todos los días son Día de Muertos. Desaparecidos a perpetuidad porque los suyos, sus padres, hermanos o compañeros, no aceptan ni aceptarán que han muerto, que sus restos están en una de tantas tumbas colectivas; o que han sido calcinados en una plaza pueblerina, en distante provincia o en la ostentosa ciudad capital que ha recuperado la modernidad de las carreras de autos de Fórmula 1.
O en el basurero de Cocula, donde volverán los investigadores mexicanos, asistidos ahora por expertos extranjeros e independientes. Ahí, donde se perdió la huella de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en la bruma de la complicidad y la ausencia absoluta de credibilidad de las autoridades de los gobiernos locales, estatal y federal. En el caos anarquizante que cundió a través de las enloquecedoras redes electrónicas, llamadas sociales, que llenaron el vacío de autoridad con el impactante, inconmensurable, señalamiento de culpa del Estado. Fuente Ovejuna a escala de ciencia ficción y la fuerza incontestable de la fe, del dogma. No hay marcha atrás: continúa el proceso, con los expertos extranjeros como coadyuvantes y únicos dueños de credibilidad en el ánimo de padres y multitudes que los acompañan.
Todos los días es Día de Muertos. En vísperas de tomar posesión del cargo de gobernador de Guerrero, Héctor Astudillo quedó atrapado en una balacera en Acapulco, en la Costera, en un restaurante. No hubo atentado en contra mía, dijo el gobernador en trance. Pero sí lo fue, aunque los matones no fueran a buscarlo a él. Se adelantó a la protesta rendida ante el Congreso, en Chilpancingo, a la celebración que suple a los actos formales a partir del vuelco finisecular; y al muy severo acto con el que el gobernador Astudillo aceptó la cesión de mandos en el área de seguridad. No una violación del pacto federal, porque era fruto de un acuerdo del estado libre y soberano de Guerrero con el Poder Ejecutivo de la Unión. Así lo expresó el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Y un general asumió los poderes de rigor.
No el mando único que todos pregonan y a pocos beneficia. Las fuerzas armadas, el Ejército, se hacen cargo de la seguridad en la tierra de Vicente Guerrero, porque no hay alternativa viable. Y porque todos los días son día de la complicidad flagrante, ofensiva, del crimen organizado y los que se hacen del poder a través de la estulticia, o el mercantilista interés de los partidos políticos de la pluralidad, que se dicen sorprendidos, y hasta ofendidos, por el desprecio y la desconfianza manifiesta de los ciudadanos. Del pueblo, aunque hoy en día hablen de la gente
: de bien, según los oligarcas; de a pie, según los aspirantes a su servicio. Ni hablar de un partido de izquierda. El PRD, los liquidadores del PRD, le añaden el adjetivo moderna
. Difunta, debieran decir.
Ni los más optimistas se animaban a decir que el PRD, partido de izquierda, estaba en estado de coma, en agonía tras el desastre criminal de Guerrero, de Iguala, de Cocula. El PRD del que se alejó Cuauhtémoc Cárdenas reclutó a Ángel Aguirre, para hacer del priísta y sucesor de Ruben Figueroa Jr. su candidato a gobernador de Guerrero; el PRD postuló a José Luis Abarca a la presidencia municipal de Iguala; y en Cocula, donde gobernaba un priísta en las horas infernales de los muertos y desparecidos de Ayotzinapa, el PRD hizo presidente municipal a Éric Ulises Ramírez Crespo. Y mientras Carlos Navarrete presentaba la ofrenda del Día de Muertos en la sede del PRD, Éric Ulises Ramírez Crespo, en compañía de Adán Zenén Casarrubias, capo de los Guerreros Unidos, era detenido por el Ejército y la Policía Federal en Cuernavaca, Morelos.
Ni el mando único ni policía judicial alguno se enteró de la movilización y arresto del jefe de la agrupación criminal de Guerrero y el alcalde de Cocula, compañero de partido del gobernador de Morelos y ángel exterminador del PRD. Carlos Navarrete diría que Éric Ulises no tenía vínculos con el narco cuando lo postularon, que ellos solicitaron a la PGR investigar a todos sus candidatos. La escueta respuesta escuece: La PGR reitera que no se encuentra dentro de sus atribuciones verificar los antecedentes de los candidatos a puestos de elección popular, ni algún otro requisito de elegibilidad que señalan las leyes respectivas
.
Un minuto de silencio. Ha muerto el PRD que nació para consolidar la oposición al cesarismo sexenal, más allá de una derrota electoral. Y los del sistema plural festejan los días de muertos sin los gritos de la llorona, con arreglos bajo cuerda en lugar de florales, para disponer de miles de millones de pesos del juego de espejos con el que redujeron en San Lázaro el impuesto a las bebidas edulcoradas y lo recuperaron en el Senado de la República. Ni el lenguaje pulido de Gustavo Madero ni los tartajeos altisonantes de su escudero colimense podrán empañar la habilidad de birlibirloque con la que los monaguillos de la pluralidad dispersa logran concertarse y prolongar la marcha de sonámbulos: dinero para “los moches”.
Extraños compañeros de lecho, dicen los británicos. En Puebla, en Oaxaca, en Querétaro y en la segunda vuelta que por segunda ocasión habrá en Colima, los saltimbanquis panistas y los de la difunta izquierda moderna se han aliado para acabar con la hegemonía del PRI con un cómplice o un candidato priísta. Rafael Moreno Valle se declara candidato a la Presidencia de la República.
Gabino Cué vuelve al antro materno para hacer frente a la resistencia de la Coordinadora y al incierto futuro de los bienes familiares o mostrencos. Y Ulises Ruiz reaparece en diálogo con Hugo Scherer en Internet. En extraño vuelco, el político oaxaqueño parece recibir instrucciones del publicista: ¡Dile a Manlio Fabio Beltrones! que diga o haga tal cosa. Ni hablar, ebrios de poder y bacanora en la tierra del mezcal.