Versiones
l menos, y no es poco en medio de la confusión que se genera con versiones interesadas cuyo único fin es dejar impune este crimen, quedó claro esta semana que un misil de fabricación rusa provocó la tragedia del vuelo MH-17 de Malaysia Airlines sobre el cielo de Ucrania el 17 de julio de 2014.
La Oficina de Seguridad de Holanda, al frente de la comisión internacional encargada de la investigación oficial como país más afectado en número de víctimas, y el consorcio ruso Almaz-Antei, fabricante de los sistemas de defensa antiaérea Buk, ofrecieron el mismo día informes técnicos que coinciden en que un misil tierra-aire de esas características desintegró el Boeing 777 al explotar la ojiva a un metro escaso de la cabina de pilotos y provocar múltiples perforaciones en el fuselaje.
Al mismo tiempo, acorde con la lógica de la confrontación, ambos informes siembran dudas sobre la posible autoría por referirse a diferentes modelos de sistemas Buk y años de fabricación, lo cual les sirve de fundamento para sugerir que el misil, según los rusos, se lanzó desde territorio bajo control del ejército ucranio y, para los holandeses, bajo control de los separatistas.
Pero lo más importante –aparte de la responsabilidad de Ucrania por no haber cerrado el espacio aéreo en la zona de conflicto: tan sólo el mismo día del nefasto incidente 160 aviones de pasajeros cruzaron el este de ese país– es que, al establecer que el derribo se debió a un misil tierra-aire, se descarta ya de modo definitivo otras hipótesis preliminares.
Hicieron falta 15 meses para demostrar, con base en el análisis minucioso de los fragmentos del avión y de la metralla extraída de los cuerpos, así como en el estudio de los radares y fotografías satelitales, entre otros métodos, que el avión no cayó por una bomba en su interior, que el ejército ucranio no confundió el objetivo al pretender derribar el avión del presidente Vladimir Putin que ni siquiera pasó por esa zona, que no lo impactó un meteorito, que un caza SU-25 de Ucrania no lo destruyó con un misil aire-aire como hasta hace poco afirmaba la procuraduría rusa a partir de la declaración de un testigo anónimo, por mencionar sólo algunas.
Resuelta la causa, aún falta encontrar respuesta a quién lanzó el misil y por qué lo hizo. Mientras no se pueda probar si el derribo se produjo de forma deliberada o por accidente, seguirá siendo una incógnita sobre la conciencia de quién recae haber matado a 298 personas, ajenas por completo a su guerra fratricida.
En el primer supuesto, Ucrania habría cometido este crimen con la sola intención de inculpar a los separatistas; en el segundo, éstos habrían destruido el avión creyendo que se trataba de un AN-26 que transportaba soldados ucranios.
La investigación penal, que la fiscalía de Holanda tiene previsto terminar en 2016, deberá esclarecer de modo convincente esta tragedia y, de fracasar en el empeño, cada cual seguirá dando por buena la versión que desde ahora prefiere en función de sus filias y fobias.