César Nava, subcomandante de la SSP local, eslabón con Guerreros unidos: agentes
Miguel Peñaloza fue liberado por falta de pruebas en la desaparición de los 43 estudiantes
Viernes 9 de octubre de 2015, p. 4
Único de los altos mandos de la región que no ha sido tocado por la justicia, tan sólo por la sospecha, el alcalde de Cocula –de extracción priísta–, César Miguel Peñaloza, declaró el 14 de octubre de 2014 ante la Procuraduría General de la República (PGR): ‘‘No pondría las manos al fuego por ninguno de los miembros de la secretaría de seguridad pública’’ del municipio.
Una vez manifestada su desconfianza hacia sus subalternos, pedía que se les procesara por la desaparición de los 43 normalistas ‘‘y otros delitos’’. Incluida en el expediente de la averiguación previa sobre los hechos registrados la noche del 26 de septiembre de 2014, la declaración de Peñaloza –quien fue liberado por falta de pruebas sobre presuntas responsabilidades– contrasta con el coro de confesiones de los policías indiciados, que dan cuenta de la infiltración del cuerpo policiaco por Guerreros unidos.
Todos coinciden en que el eslabón clave entre el cártel y la corporación era César Nava, subcomandante de la SSP de Cocula, quien recibía y realizaba llamadas telefónicas ‘‘sospechosas, mantenía en la nómina a policías que no pasaron los controles de confianza –quienes patrullaban la noche del 26 de septiembre– y mantuvo estrecha comunicación con los mandos policiacos de Iguala, también infiltrados por Guerreros unidos’’.
Esas comunicaciones tenían la finalidad de ubicar el lugar en el que el personal de Iguala entregaría los ‘‘paquetes’’ (estudiantes) a los elementos de Cocula, coordinados esa noche para garantizar el traslado en autobuses, camionetas y patrullas, según diversos testimonios.
Uno de los indiciados daba cuenta de que la noche del 26 de septiembre de 2014 Nava se comunicó a la base policiaca para hacer un encargo importante: la destrucción –vía incineración– de todas las ‘‘fatigas’’ (turnos de trabajo) de la corporación correspondientes a ese mes.
Narra cómo horas más tarde de que se recibió la instrucción salió al patio, donde encontró que personal ya se abocaba a barrer ‘‘cenizas’’. Más adelante se reelaborarían las ‘‘nuevas fatigas’’ oficiales.
Otra instrucción de Nava llegó esa noche: antes de salir hacia otro sitio para continuar con la operación contra los normalistas, pidió lavar las camionetas (donde se había trasladado a los jóvenes). Extraña petición por ser alrededor de las 3 de la mañana. En las siguientes horas, otra orden se cumplimentó aceleradamente: modificar los números de las patrullas.
De Nava, uno de los dos subcomandantes de Peñaloza, éste señaló en su declaración del 14 de octubre: ‘‘Se han escuchado fuertes rumores de que desde hace seis meses César Nava y ... (testado en la versión pública) participan con ellos (Guerreros unidos). Y se han ido acumulando (los rumores), de acuerdo a su comportamiento irreverente y constantes visitas a Iguala, así como las recurrentes quejas de la población de que ha habido abuso de autoridad de la policía’’.
Y añadió: ‘‘Se ha escuchado que otros detenidos han acusado (denunciado) estas relaciones, por lo que pongo a disposición todo el material bélico de la Secretaría de Seguridad Pública y no tengo inconveniente en que se revisen todas las fatigas...’’
Eso decía el 14 de octubre. Para el 22 de diciembre, Peñaloza era arraigado por la PGR por presuntos vínculos con esos hechos. El 27 de octubre del año pasado, el juzgado primero en procesos federales, con sede en Matamoros, Tamaulipas, lo liberaba por falta de pruebas.