isterios de la exhibición en México. La película Snowpiercer, del inspirado director surcoreano Bong Joon-ho, se estrenó internacionalmente en 2013. Dos años después, cuando ya está disponible (legalmente) en video desde hace tiempo y hasta aparece ya en la programación de las televisoras de cable, se estrena en nuestra cartelera con el desorientador título de El expreso del miedo.
Más vale tarde etcétera, pues se trata de un entusiasmante ejemplo de ciencia-ficción distópica y catastrofista. Según se nos explica durante la secuencia de créditos, la vida se ha extinguido en la Tierra por un fallido plan por revertir el calentamiento global que ha resultado en el congelamiento total. En 2031, los únicos sobrevivientes le dan cíclicas vueltas al mundo en un largo supertrén, diseñado por el multimillonario Wilford (Ed Harris), quien ha reinado 17 años sobre sus súbditos desde el cuarto de máquinas como una misteriosa deidad.
El tren se divide en clases sociales. Los cientos de desposeídos están, como corresponde, apiñonados en la cola. Su único alimento son bloques gelatinosos de aspecto repugnante. De vez en cuando las fuerzas armadas se aparecen para secuestrar a un par de niños que no volverán a ser vistos. El deseo de rebelión lo personifica Curtis (Chris Evans) quien, bajo la guía de su mentor, el significativamente llamado Gilliam (John Hurt), organiza la insurrección que tratará de recorrer el tren hasta llegar al cuarto de máquinas. La resistencia del orden establecido será brutal.
Esa lineal premisa permite a Bong hacer comentarios de sátira social así como una especie de parábola cristiana sobre el sacrificio y la redención de la humanidad. Por supuesto, conforme los proles avanzan hacia la máquina recorrerán un ascenso de clases hasta llegar a los carros donde los contados privilegiados gozan de un acuario, un sauna, una discoteca y demás lujos. La película misma hace una revisión vertiginosa de influencias. El ADN de Terry Gilliam –de Brasil (1985), sobre todo– se advierte en la forma caricaturesca como se retrata la diferencia de clases.
Los opresores son, pues, grotescos. Nunca mejor personificados que en la figura de Mason, quien la siempre proteica Tilda Swinton interpreta como una mezcla entre Margaret Thatcher y El profesor chiflado de Jerry Lewis. Ella es la portavoz de Wilford y, por tanto, es quien ejecuta sus órdenes. Mason es la encarnación misma del poder melifluo, capaz de cometer atrocidades como si coordinara actividades en un centro vacacional.
Bong mantiene la acción a la velocidad del vehículo titular –hay una batalla entre insurrectos y soldados en la oscuridad de un túnel que es un prodigio impresionista–, aunque en el último tramo, en el encuentro climático con el propio Wilford, el relato se extiende demasiado entre diálogos explicativos y deseos de hacer más específica la metáfora. Lo más sugestiva es la duda planteada por el director y el guionista Kelly Masterson sobre si, en verdad, vale la pena salvar a la humanidad.
Financiada por productoras ajenas a la maquinaria hollywoodense a un costo comparativamente irrisorio de 40 millones de dólares, El expreso del miedo es la urgente comprobación de que se puede hacer un cine espectacular de ciencia-ficción que, a la vez, estimule las neuronas del espectador. De hecho, Chris Evans, el anodino Capitán América en las producciones de Marvel, demuestra con su intensa actuación que el desgastado género es susceptible de mutaciones interesantes.
El expreso del miedo (Snowpiercer)
D: Bong Joon-ho/ G: Bong Joon-ho y Kelly Masterson, basado en la novela gráfica Le Transperceneige, de Jacques Lob, Benjamin Legrand, Jean-Marc Rochette/ F. en C: Hong Kyu-pyo/ M: Marco Beltrami/ Ed: Steve M. Choe, Changju Kim/ Con: Chris Evans, Song Kang-ho, Ed Harris, John Hurt, Tilda Swinton/ P: Snowpiercer. Moho Film, Opus Pictures, Stillking Films, CJ Entertainment. Corea del Sur-EU-Francia. 2013.
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