Arreglo pendiente
a sola voluntad del gobierno de Kiev y de los separatistas del este de Ucrania de poner fin a su guerra fratricida resulta insuficiente para avanzar hacia un arreglo definitivo de ese conflicto debido a las divergencias de fondo que mantienen las partes y, por tanto, mientras no se pacte una fórmula de compromiso, el derramamiento de sangre puede reanudarse en cualquier momento en el país eslavo.
Esta podría ser, resumida, la principal conclusión del encuentro que, mientras las bombas rusas seguían cayendo sobre los adversarios de Bashar al Assad en Siria, sostuvieron ayer viernes en París los líderes de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania, el tercero que celebran con el llamado formato de Cuarteto de Normandía y al cual no asistieron representantes directos de los territorios de Donietsk y Lugansk que desconocen la autoridad del gobierno de Kiev.
De las primeras declaraciones al término de la cumbre se desprende que los participantes son conscientes de que los entendimientos de Minsk-2, alcanzados después de 16 horas de intensa negociación en febrero anterior, no podrán cumplirse antes de que acabe este año como estaba previsto y coinciden en dar su tácito visto bueno para prolongar los plazos de vigencia.
Acudieron a París para eso, a respaldar con su presencia la intención de no dar por muerta esa vía de negociación que, hasta ahora, comparada la realidad con lo anotado en cada uno de los 12 puntos aceptados en la capital de Bielorrusia, poco ha logrado, aparte de la reciente tregua –un decir, por sus constantes violaciones y carácter endeble– la cual puede considerarse el comienzo, pero nunca el fin de una solución política en Ucrania.
Los dirigentes dejaron constancia de que, en lo militar, las partes –el presidente ucranio Petro Poroshenko de viva voz y los ausentes separatistas por escrito– reiteran su apoyo al alto el fuego y reconocen que ya es hora de comenzar el retiro del armamento para establecer, por fin, la zona de delimitación acordada ocho meses antes.
Desde luego, es una buena noticia. Pero, en lo político, no se producen avances y hay mucho más interrogantes que respuestas debido a que, hoy por hoy, todos –gobierno de Kiev y separatistas, así como sus apoyos externos– tienen claro qué concesión debe hacer el oponente y, cómo parece obvio que no habrá tal, nadie sabe cómo salir del atolladero.
Quedan pendientes de solución controversias como las elecciones en Donietsk y Lugansk, independientemente de que se cambie la fecha de la cita a las urnas y que se lleven a cabo conforme a la legislación ucrania; la reforma constitucional en estricto cumplimiento de lo pactado en Minsk; el intercambio incondicional de prisioneros; la amnistía general; la entrega a Ucrania de los 400 kilómetros de frontera con Rusia ahora bajo control de los separatistas, por mencionar sólo algunas.
A pesar de lo mucho que falta por superar todavía, al menos en París no se cerró la puerta a seguir negociando un arreglo político en Ucrania.