Rinden homenaje al escritor y celebraron 50 años de su primer libro, Buscado amor
Sábado 3 de octubre de 2015, p. 5
Escritores y amigos de Hugo Gutiérrez Vega (1934-2015) compartieron pasajes de la fecunda existencia del poeta y humanista, anécdotas con el diplomático en Londres y España, así como ejemplos de su sentido del humor y generosidad, durante el tributo que se rindió al escritor jalisciense la noche del jueves en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
En ese acto también se celebraron 50 años de Buscado amor, primer libro de Gutiérrez Vega, publicado por Editorial Losada de Buenos Aires, luego reditado en español por la Universidad de Guadalajara (UdeG) y que será traducido al italiano por el poeta Emilio Coco.
Nada podrá callarnos
La escritora Carmen Villoro; Alejandro Sánchez Cortés, director de la Cátedra Hugo Gutiérrez Vega de la UdeG; la actriz Diana Bracho, y Lucinda Ruiz Posada, viuda del poeta, compartieron vivencias poco conocidas sobre Hugo Jesús, quien tenía dos cumpleaños, el 11 y el 20 de febrero, y era un tapatío-queretano muy querido y admirado. Al fondo, una imagen del homenajeado se erguía en gran formato.
En la sala donde Gutiérrez Vega alguna vez recibió la medalla Bellas Artes y la designación de miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, Lucinda Ruiz expresó: “Hugo, hoy esta lectura organizada por la cátedra y que a tu partida se convirtió en homenaje quiero decirte: gracias por haberme llevado de la mano en la poesía y por conmoverme con la tuya y la de otros. Gracias por nuestras hijas, por nuestros nietos, y por los hijos y nietos que vendrán. Me llena de orgullo tu honestidad sin fisuras.
Gracias por las infinitas veces en que, a pesar de las represalias, levantaste la voz para denunciar lo que sucedía en nuestro México.
Con la voz entrecortada por la tristeza, Lucinda Ruiz dijo que unas amigas de Querétaro le comentaron que en la marcha por el aniversario de Ayotzinapa, las personas gritaban: ¡Si Hugo viviera, con nosotros estuviera!
También compartió cómo fueron los últimos días del poeta y aclaró que no tuvo una larga enfermedad como se dijo, sólo estuvo una semana en el hospital y tuvo poco mal y buena muerte
. Recordó el gran sentido del humor del poeta y leyó Niño en la arena, último poema que escribió don Hugo después de ver la fotografía del niño sirio que apareció muerto en una playa de Turquía.
Carmen Villoro evocó al poeta como un hombre de inagotable sabiduría y generosidad: Celebremos su palabra, su voz, su deseo de infatigable buscador de amor, generoso y fecundo porque mientras estemos vivos, mientras podamos ver como él decía con los ojos abiertos, nada podrá callarnos
.
La escritora recordó la anécdota de cuando conoció a Gutiérrez Vega en Londres y estaba nevando y él jugaba y brincaba con los copos de nieve y allí descubrió que un poeta es alguien que juega con lo simple y se asombra con lo que ha visto tantísimas veces, y desde entonces lo seguí y los últimos años de su vida estuve muy cerca de él
.
Villoro señaló que la poesía del homenajeado expresa esta búsqueda que lo lleva a disfrutar todo lo que encuentra a su paso, desde las cosas más triviales y cotidianas hasta las más elaboradas; por eso en su poesía conviven los gestos simples, las palabras coloquiales, con las citas cultas y las reflexiones intelectuales, porque todo es motivo de asombro para este ser que desea mantenerse intensamente vivo
.
Alejandro Sánchez expresó que el poeta, fallecido el pasado 25 de septiembre, fue un hombre lleno de lealtad que le enseñó el respeto de los derechos humanos.
Diana Bracho, quien consideró al poeta un gran amante del lenguaje, leyó algunos fragmentos del libro Hugo Gutiérrez Vega: itinerario de vida, escrito por Angélica María Aguado Hernández y José Jaime Paulín Larracoechea.
El homenaje fue encabezado por la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, María Cristina García Cepeda, quien señaló: Hugo fue un hombre excepcional. Inquieto, activo, creador, sensible, de múltiples talentos que sirvió a su país con sus actos y sus palabras
.
Porque soy un señor domesticado
que escribe versos
y gesticula en los parques,
digo que nada pido.
La vida ha derramado su cornucopia
sobre mis zapatos.
Tengo un auto, dos trajes,
diez pañuelos, y me puedo comprar
nuevas corbatas.
Me inquietan las jornadas submarinas.
Sé volar y lo hago raras veces.
Aquí paré mi tienda. Sólo espero
esa fiesta nocturna. Me moriré
cuando el placer termine.
De Suite doméstica
VIII
El poeta de Samarcanda
tenía guardado su corazón
en una jaula de oro.
Lo escuchaba en las tardes.
Poco antes de morir lo pellizcó,
guardándoselo en un bolsillo
de su túnica funeraria
De Las ineptitudes de la inepta cultura
Tratado de la puesta en escena
I. Lección primera
Tal vez un juego,
un peligroso juego
en el que va la vida
de por medio.
No es posible
determinar el grado
de la entrega,
y como en el amor,
el pulso falla.
Un día vemos un ángel
al lado de la puerta.
Abrimos, pasa,
sube los escalones,
y se instala
en lo alto de la casa.
Un rato de locura,
un súbito deseo
de trastornarlo todo,
o tal vez el amor
por ese orden
que no tiene acomodo.
Un carnaval diríase
en cada hora.
La palabra del rito,
la cadena
del sueño que despierta
en otro sueño.