Domingo 27 de septiembre de 2015, p. 4
Todo está en calma.
La ciudad y su halo anaranjado
tiemblan ligeramente
cuando desde la peña los miramos.
Un mundo de cabezas descansa,
y los borrachos
con racismos dorados,
caras de dioses falsos
coronados por su propia ebriedad,
juntan angustia y gozo
en su fiesta nocturna.
El cansancio cubre los rescoldos del día
y todo se junta en una gran respiración.
Los cuerpos bajo las sábanas viven
y se buscan en las camas desiertas.
Un hombre que sueña nunca está solo,
lo acompañan fantasmas de todas sus edades,
las figuras de todas las edades del mundo.
Al abrir la ventana
se aferra al último vestigio de la noche:
la estrella matutina.
Todo está en calma;
sobre la gran cabeza brillan las estrellas;
en el cielo hay caminos,
y esta noche todos tenemos alas.