Aun cuando tenemos éxito, nunca damos alegrías: Fondebrider
Jueves 24 de septiembre de 2015, p. 5
Buenos Aires
Trabajan en narcofosas, feminicidios, matanzas, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas. Su tarea dista de ser sencilla, pero el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) ha ganado gran prestigio como grupo independiente que intenta responder la interrogante de familiares de víctimas: ‘‘¿mi hijo está vivo?’’, ‘‘¿ocurrió realmente lo que dice la justicia?’’ Si bien el equipo se abstiene de comentar casos en curso, el presidente del EAAF, Luis Fondebrider, habla sobre la compleja tarea de aportar desde la ciencia alivio a los familiares, como sucede en el caso de los 43 estudiantes mexicanos desaparecidos el 26 de septiembre de 2014 en Iguala.
‘‘Empezamos a trabajar hace 31 años y muy rápidamente nos dimos cuenta de que esta labor tenía que hacerse con ellos, con los familiares, fundamentalmente porque en general están sometidos a maltratos, tienen desconfianza del Estado, no creen en los organismos públicos’’, dice Fondebrider.
‘‘Fomentamos las relaciones horizontales. No los tratamos como víctimas, sino como personas, explicando las posibilidades y expectativas de lo que se puede lograr y lo que no. Atendemos sus dudas, porque nos parece mejor que vean cómo es el trabajo y que participen.’’
–O sea que no se limita a una toma de muestras de ADN –se le pregunta.
–En absoluto. Lo que hacemos es muy similar al acercamiento que hace un antropólogo social, que entabla relaciones con la gente con la que trabaja, porque la gente no tiene por qué creerte. ¿Por qué algo tan técnico tiene que ser verdad? ¿Por qué creer si un hueso es de su hijo o no? Es una forma de que esté claro lo que uno hace, pero, por otro lado, de mitigar un poquito la angustia que generan estos casos. Y a nosotros nos hace bien ver a los familiares, tener una devolución de parte de ellos.
‘‘Es importante escuchar mucho, apoyarse en alguna ONG local y estudiar el caso, que no es lo mismo que investigar un homicidio común. Es muy diferente al trabajo de un forense tradicional, que hace una autopsia en una morgue y analiza la muestra en laboratorio.
‘‘Nuestro trabajo es una mezcla de historiador, detective, periodista y antropólogo social, porque lo que hacemos es tratar de entender los procesos políticos, étnicos, religiosos, dependiendo del caso. Además, tiene otra complejidad. Por lo general hay estados que matan; está la maquinaria administrativa. Tenemos que intentar entender esa lógica del matar.’’
–¿Cómo manejan la ansiedad cuando las familias depositan en ustedes sus esperanzas de llegar a la verdad?
–La ansiedad se da al buscar y no encontrar. Sí, te frustra, y uno mismo es lo de menos, lo peor es para los familiares.
‘‘En muchos casos hay que saber que por más que uno lo intente va a ser muy difícil o va a llevar mucho tiempo. No es una serie de televisión. A veces no se encuentra a la persona desaparecida, como sucedió con quienes fueron arrojados al río durante la dictadura argentina.
‘‘De todos modos, aun en los casos en los que logramos identificar a las víctimas, nunca es una alegría. Nosotros no devolvemos gente viva. Devolvemos gente muerta. Y somos conscientes de eso.’’
–Ustedes investigan matanzas y desapariciones en sitios donde existe la suficiente impunidad como para que sean cometidas y donde los perpetradores pueden estar vivos. ¿Se han sentido intimidados?
–Existe el miedo, pero en general el problema serio se da para la gente que vive en el lugar cuando trabajamos en el campo donde pasan estas cosas, donde la presencia del Estado es débil. Nosotros en un momento difícil podemos tomarnos un avión e irnos, pero el problema es para la gente; por eso somos muy cuidadosos.
‘‘Hay lugares en los que si hablamos con alguien todo el mundo sabe que esa persona habló con ‘los extranjeros’ y eso pone en peligro a la persona.’’
–Pese a ese peligro, en muchos casos las movilizaciones locales adquieren gran fuerza.
–En América Latina es donde más se han movilizado los familiares en el mundo. Si yo ahora estoy hablando en Argentina es porque el movimiento de derechos humanos acá hizo presión. Es muy diferente en países débiles de África o en países de Asia con estados muy policiales, donde se convoca una marcha por los desaparecidos y se reúnen 80 personas.