uál es el peligro mayor para un artista, pregunta Marguerite Duras a Francis Bacon (La Quinzaine Littéraire, 1971)?
–La sistematización (¿Cuántos ejemplos memorables hay de sistematización aun en los escritores o pintores más memorables?). Y la creencia en la importancia del tema. El tema no tiene importancia (¿La escritura comprometida?). El talento puede aparecer, regresar, desaparecer. Las únicas excepciones de la historia son Miguel Ángel, Tiziano, Velázquez, Goya, Rembrandt: nunca retrocedieron, en su obra no hay ninguna regresión…
–¿Cómo se progresa?, ¿cómo? –work, work makes work. ¿Está usted de acuerdo?
–No. Es necesario un punto de partida. Sin esto, es inútil trabajar. Cuando leo algunos libros, encuentro que es mejor no escribir de cierta manera (no especifica, lo adivino) que no escribir en absoluto (¿Bacon pensaría quizá en Esquilo o en Shakespeare, sus más altos modelos literarios?). Leer de determinada manera es menos que no leer en absoluto... En pintura pasa algo parecido. No se sabe nunca qué es lo que sucede con la imaginación técnica, ésta puede dormir y un buen día despertarse. Lo principal es que esté allí, aunque aletargada.
(He traducido libremente, casi sacrílegamente).
–Imaginar escenas extraordinarias carece de todo interés, sigue diciendo. La verdadera imaginación está construida por la imaginación técnica. El resto es la imaginación imaginaria, y esto no lleva a ninguna parte, en pintura cuando menos (Me encanta esta definición de la imaginación imaginaria aunque no la defina).
–Por eso no puedo leer a Sade (Aquí Bacon contradice a quienes afirman que en su pintura hay reminiscencias del Divino Marqués). No me asquea del todo, pero me aburre (Debo confesar que a mí también Sade me aburre, aunque lo admiro y reconozco –obvio– su importancia). Hay otros escritores mundialmente reconocidos a quienes tampoco puedo leer. Escriben sólo historias sensacionales (Completamente de acuerdo, sobre todo ahora en que las leyes del mercado editorial pretenden decretar los modelos de escritura más redituables).
–No dibujo. Comienzo haciendo todo tipo de manchas, espero que aparezca eso que yo llamo el accidente– (¿Se tratará del azar objetivo de los surrealistas, intervengo yo, aunque Bacon siempre niega que exista?). La mancha a partir de la que se construye el cuadro. La mancha es el accidente. Pero si uno se reduce a pintar sólo eso, si se cree que se ha entendido lo que significa, entonces se caerá en la ilustración, porque la mancha siempre dibuja alguna cosa (Recuerdo en este momento un cuadro de Bacon llamado Reguero de agua, donde la mancha esconde todo lo que el pintor ha plasmado en el cuadro, quedan sólo rebabas de sentido. Si el sentido puede tener rebabas ¡y pictóricas!, además).
No se puede entender lo que significa el accidente... It’s basically the technical imagination: He intentado encontrar cómo designar esta manera imprevisible con la que se actúa en pintura y sólo he encontrado esas palabras: la imaginación técnica (¿cuál sería la traducción en escritura de este tipo de imaginación, vuelvo a preguntarme, aunque tampoco acabe de definir cabalmente en mi escritura en qué consiste mi fascinación con Francis Bacon, pintor que despertó la imaginación filosófica de autores tan importantes como Gilles Deleuze y Michel Leiris?).
Paradoja de paradojas: este pintor reiterativo pero nunca sistemático se ha convertido en una referencia excepcional en el mercado del arte. Su triple retrato de Lucien Freud, ese otro gran pintor inglés que rompió como Bacon –y antes Stanley Spencer– con los cánones de la pintura inglesa, fue adquirida por un valor de 142.4 millones de dólares en Sotheby’s: seis intensos minutos fueron más que suficientes para batir el récord de la obra de arte de mayor precio de toda la historia, dato que podría también marcar una nueva tendencia en el globalizado mercado del arte moderno.
Twitter: @margo_glantz