Toronto
unque no es un festival competitivo, cada año el TIFF incorpora más premios a su organización. Es el caso ya mencionado de la sección Platform, compuesto por una docena de títulos de cineastas en el inicio de su carrera. El ganador fue HURT (así, en mayúsculas), documental del canadiense Alan Zweig. De acuerdo con el jurado, formado por Claire Denis, Agnieszka Holland y Jia Zhang-ke, es una película que explora la complejidad y fragilidad del destino humano en un país que gran parte del mundo considera paradisiaco
.
Ya en la competencia canadiense, el premio City of Toronto a mejor opera prima fue para Sleeping Giant, de Andrew Cidivino; mientras que el de mejor largometraje fue para Closet Monster, de Stephen Dunn.
Uno de los premios más esperados es el que otorga el entusiasta público de Toronto, una tradición que lleva ya 38 años. En esta ocasión la película más popular fue Room, del irlandés Lenny Abrahamson. Contra mi costumbre, este año sí me tocó ver la ganadora y es, cosa rara, una película estimable sobre cómo un niño que ha permanecido encerrado toda su vida se adapta a la libertad cuando él y su madre son rescatados de su secuestrador. El drama se sostiene gracias a las actuaciones de Brie Larson y el pequeño Jacob Tremblay.
También hubo premio para una participante mexicana. Dentro de la sección Special Presentations, Desierto, de Jonás Cuarón, se llevó el premio de la crítica internacional (Fipresci), según el acta, por usar el cine puro para crear una fuerte sensación física de estar atrapado en un espacio vasto y ser cazado por el odio en su forma más primaria
. Y en la sección Discovery el otro premio de la crítica fue para la eslovaca Eva Nová, de Marko Skop.
(Si bien hay otros premios, por ejemplo, para los cortometrajes y para la promoción del cine asiático, los mencionados son los que guardan algún interés, sobre todo tratándose de películas que, con suerte, se verán en México.)
En términos industriales, la cuadragésima edición del TIFF fue todo un éxito. Según el boletín enviado a la prensa, hubo 9 por ciento de aumento en la asistencia de compradores (más de 2 mil 100, se calcula), con ventas importantes de docenas de títulos que así ingresarán al mercado internacional. También se registró un aumento de 7 por ciento con relación al año pasado en el número de delegados que asistieron al festival. El mercado del TIFF es una de las razones por las que muchos del medio prefieren este festival sobre otros –Venecia, San Sebastián– de temporada, porque es más práctico, aunque la ciudad ha dejado de ser barata.
Lo que es incomparable del TIFF es la amabilidad casi empalagosa del personal y los voluntarios del festival. Este año no hubo multitudes incómodas dentro del vestíbulo del multiplex Scotiabank, porque los encargados supieron alinear a la gente para cada función, sin que hubiera atropellos.
Pero también los espectadores mismos entran en ese estado de nobleza cívica, por lo que atestigüé un hecho insólito. Al inicio de una función, un señor comenzó a practicar la irritante costumbre de consultar su celular y responder a sus mensajes. El hombre que estaba a su lado no se quedó callado y le pidió, cortésmente, que apagara su aparato. En lugar de hacer caso omiso o incluso –como se estila en México– ponerse bronco, el señor del celular obedeció a la petición y, acto seguido, ¡ofreció disculpas! Sólo en Toronto se presencian cosas así.
¿Decepciones? Alguna cancelación en el programa, como el del documental Amazing Grace, película póstuma de Sydney Pollack, que fue retirada del circuito de festivales por su protagonista, la cantante Aretha Franklin. También algunas omisiones como Bridge of Spies, de Steven Spielberg; Crimson Peak, de Guillermo del Toro, y Steve Jobs, de Danny Boyle, que están a punto de estrenarse en Norteamérica y parecían elecciones naturales para el festival. Pero no se puede todo en la vida.
Twitter: @walyder