ocos hechos en la historia contemporánea han marcado un giro crucial en la atmósfera política de nuestra región como el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba y la reapertura de las embajadas de los dos países en Washington y La Habana el 20 de julio. Ambos conversan hace dos años y en ese tiempo han conseguido avances inimaginables hasta el 17 de diciembre de 2014, cuando los presidentes Barak Obama y Raúl Castro anunciaron inesperadamente la decisión de restablecer relaciones diplomáticas tras 18 meses de conversaciones secretas. Entre los avances, el histórico encuentro de los dos mandatarios en la séptima Cumbre de las Américas, el relajamiento en algunos tipos de viajes para los estadunidenses, de la cuantía de las remesas y el haber retirado a Cuba de su injusta y arbitraria inclusión en la espuria lista de países patrocinadores del terrorismo.
Por más que la nueva actitud estadunidense responda al pragmatismo y no a la aceptación explícita del socialismo y la independencia de Cuba, el hecho de dialogar en una perspectiva de relación bilateral constructiva es más provechoso para ambos que el enfrentamiento. Debe producir, además, cierto relajamiento de las tensiones en nuestra región y coadyuvar a una relación menos conflictiva que la existente entre el incómodo vecino del norte y sus gobiernos y pueblos.
Esto, porque el restablecimiento se ha dado sin que Cuba ceda uno solo de sus principios revolucionarios. La Habana no tiene apenas espacio para ceder toda vez que fue Washington quien, entre otros agravios, lanzó contra ella acciones terroristas, agresiones bélicas incluyendo la guerra biológica, rompió relaciones diplomáticas y estableció el bloqueo, todo a un alto costo en vidas y sufrimientos humanos.
De modo que el camino para llegar, en un momento que no está muy cerca, a un grado avanzado de normalización de relaciones pasa porque Estados Unidos levante el bloqueo, cancele los programas y millonarios fondos dedicados a la subversión contra Cuba, incluidas las ilegales y hostiles transmisiones electrónicas. Igualmente, la devolución de la Base Naval de Guantánamo y la compensación a la isla por el daño económico ocasionado por el bloqueo. Relaciones totalmente normales nunca van a existir entre dos gobiernos con concepciones opuestas sobre innumerables temas.
Sin embargo, esto no significa que no puedan coexistir civilizadamente, sobre la base de relaciones fundadas en el respeto mutuo, la igualdad y el diálogo sobre las diferencias y coincidencias. Es posible mantener una relación diplomática, comercial, cultural y científico-técnica fluida y constructiva y cooperar en campos como la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, el combate a las enfermedades epidémicas, el rescate marítimo y el cuidado del medioambiente, por mencionar algunos.
No es quimera, la base política para ese cambio en la relación bilateral está sólidamente sustentada en la aprobación de que goza en una creciente mayoría de estadunidenses y en la emigración de origen cubano, el enorme interés de las empresas en hacer negocios con la isla, la favorable postura de las iglesias y la evidente decisión de la élite del poder de avanzar en esa dirección. Aunque no deben subestimarse los intentos de los legisladores de origen cubano y de la minúscula contrarrevolución en Miami y en Cuba para dinamitar este proceso, sus acciones están a la baja.
Eso sí, La Habana no permitiría nunca que Estados Unidos utilice las relaciones diplomáticas para llenar a Cuba de conspiradores con cargo diplomático, dedicados a hacer crecer su quinta columna dentro de la isla y a provocar un levantamiento contrarrevolucionario apoyándose en el emergente sector privado y en Internet, como se desprende de varias declaraciones de funcionarios de Estados Unidos y de medidas como privilegiar al sector privado en el comercio y excluir al sector estatal o solamente autorizar la venta a Cuba de material de telecomunicaciones. Quede claro, Cuba tiene prohibido vender sus productos a Estados Unidos.
Con estos claroscuros llegará el secretario de Estado John Kerry a La Habana el 14 de agosto a la reapertura oficial de la embajada de su país, en un hecho que seguramente hará avanzar el proceso de normalización
El presidente Obama ha solicitado al Congreso el levantamiento del bloqueo y se estudia por la Casa Blanca la posibilidad de una visita suya a la isla, lo que otorgaría al proceso una enorme solidez.
PD. Chávez Vive.
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