Primakov
on el fallecimiento de Yevgueni Primakov, la madrugada de ayer, Rusia pierde a una de las principales figuras del periodo de transición tras el derrumbe de la Unión Soviética.
Testigo y actor del paso caótico del socialismo al capitalismo, en los primeros 10 años de vida independiente de Rusia accedió a información privilegiada como director del servicio de espionaje, después como canciller se opuso a los intentos de Estados Unidos de someter la agenda internacional a su dominio absoluto y, finalmente, intentó reconducir el rumbo del país como primer ministro.
Desde esas posiciones clave, Primakov dejó su impronta como una de las mentes más lúcidas de la clase política local, apoyándose en la trayectoria académica que realizó en la época soviética y que lo llevó a dirigir dos institutos de la Academia de Ciencias, el de Estudios Orientales y el de Relaciones Internacionales y Economía Mundial, cuyos análisis contribuyeron a articular la política exterior soviética.
Experto en Medio Oriente y conocedor del idioma árabe –en los años 60 del siglo pasado vivió en la región como corresponsal del diario Pravda–, cultivó nexos de amistad con el derrocado presidente de Irak, Saddam Hussein, y su segundo, Tarek Azis, lo que décadas después le permitió cumplir misiones delicadas por encargo del Kremlin.
La forma en que salió del gobierno, y así lo reconoció en sus memorias, fue el momento más doloroso de su carrera política, por cuanto truncó el proyecto alternativo que como primer ministro estaba tratando de instrumentar para desmontar el desastre que, tras el colapso financiero, dejó el gobierno anterior, encabezado por reformistas de corte neoliberal.
Primakov, simplemente, perdió la batalla contra la corrupción y el saqueo de Rusia al convertirse en una amenaza directa para el entorno más cercano del entonces presidente Boris Yeltsin, ya en plena decadencia física y moral.
Coordinador de la bancada de diputados de Patria-Nuestra Rusia, partido promovido por el entonces alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, como oposición moderada al Kremlin, Primakov declinó ser candidato y despejó el camino para que Vladimir Putin llegara a la presidencia de Rusia. El mandatario correspondió este gesto nombrándolo presidente de la Cámara de Industria y Comercio. En 2011, después de cumplir dos mandatos al frente de esa instancia, se retiró de la vida pública.
Imposible resumir aquí los aspectos más relevantes de su larga trayectoria, pero vale la pena destacar que a mitad del Atlántico, el 24 de marzo de 1999, cuando se dirigía a Washington para realizar una visita como primer ministro de Rusia, Primakov recibió una llamada del vicepresidente de Estados Unidos, Albert Gore, quien le informó que se había tomado la decisión de bombardear Yugoslavia y, sin sombra de duda, ordenó al capitán del avión dar la vuelta y regresar a Moscú.
Por este hecho, Primakov pasará a la historia como el político que devolvió la dignidad a Rusia.