mediados de mayo, tras varias semanas de fluctuaciones con tendencia en general alcista de las cotizaciones en el mercado petrolero mundial, un funcionario saudita no identificado profirió en Riad una declaración de tal importancia que no sólo se difundió con amplitud, sino que alteró varios de los supuestos vigentes desde comienzos de año sobre el comportamiento previsible de los precios internacionales del crudo. Es casi una tradición que sean voceros anónimos los que filtren las nuevas posiciones del gobierno saudita. Así, queda abierta la opción de desmentirlas, si resulta necesario, con menor costo político. La negabilidad se perdería con una declaración formal de, por ejemplo, un ministro, transmitida en un comunicado oficial. Como se recuerda, se acudió a tal procedimiento al dar cuenta de la oposición saudita a reducir la oferta de crudo ante el desplome de los precios. Unas semanas antes de la asamblea de la OPEP de noviembre de 2014, voceros no identificados filtraron a los medios tal posición, que terminó por imponerse. La filtración de mediados de mayo se orienta en otro sentido: constituye, en realidad, una declaración de victoria de la estrategia petrolera iniciada con esa decisión de Arabia Saudita, acatada por la OPEP. In nuce, el funcionario anónimo señaló que el reino había recuperado su posición como actor dominante en el mundo del petróleo y principal exportador de crudo. En abril, su producción de petróleo alcanzó una cifra de 10.3 millones de barriles diarios (Mbd), que marca un nuevo máximo. La cotización del Brent cerró en 66.81 dólares por barril, 8.38 dólares por encima de la de un mes antes y 10.39 más que al inicio del año. “No hay duda alguna de que la caída de los precios [respecto de los niveles superiores a 100 dólares por barril] ha reducido las inversiones en petróleo costoso, sobre todo el shale de Estados Unidos, el de aguas ultraprofundas y los aceites pesados”, subrayó el declarante ( Financial Times, 13/5/15).
Si se examinan los argumentos utilizados por el funcionario saudita, hay que concluir que su declaración es, por lo menos, prematura. Podría compararse, con las obvias diferencias entrambas, a la del comandante en jefe de las fuerzas armadas de Estados Unidos, que hace 12 años declaró haber conseguido una victoria relampagueante en Irak, que años después adquiriría los visos de una derrota (revísese, a este respecto, la actual controversia entre los aspirantes presidenciales republicanos en torno a si la invasión de Irak fue un error histórico). Parece prematuro proclamar que la estrategia saudita en materia petrolera ha demostrado ya su éxito. Es demasiado pronto.
Del lado de la oferta, la reducción de la producción de petróleo no convencional en Estados Unidos, que interrumpió en abril una tendencia al alza imparable en los últimos años, puede revertirse si los precios siguen elevándose al ritmo que lo hicieron en abril y principios de mayo, y si continúa o se acelera el avance de las tecnologías de extracción, con el consiguiente abatimiento de costos. Lo mismo ocurriría con la caída, estimada en 60 por ciento desde el inicio del año, en el número de pozos activos en ese país, muchos de los cuales se han dejado ociosos, pero sin proceder a su desmantelamiento, lo que permitiría una rápida reactivación. Más allá de Estados Unidos, la oferta global de crudo registró un impresionante aumento de 3.2 Mbd en abril de 2015 respecto del mismo mes el año anterior. No sólo Arabia Saudita y no sólo la OPEP contribuyeron al mismo: Rusia, que aportó 185 mil bd en el mes, ha sorteado las sanciones internacionales, establecido flexibilidad fiscal y aprovechado la devaluación del rublo, por encima de sus enormes dificultades. Petrobras se las arregló para conseguir en abril una alza anual de 17 por ciento sobre 2014, debido a la entrada en producción de pozos en la zona marítima profunda del pre-sal. La Agencia Internacional de Energía registra también alzas considerables de producción en China, Vietnam y Malasia. Dentro de la OPEP deben advertirse –señala el más reciente reporte mensual de la Agencia Internacional de Energía– no sólo los aumentos en la producción de Irak y Libia, conseguidos por encima de enfrentamientos bélicos, tensiones y, a veces, anarquía, sino la elevación de las ventas de Irán al exterior, en la perspectiva, no muy inmediata por cierto, de retiro de las sanciones europeas y estadunidenses. En este panorama de oferta al alza de crudo convencional dentro y fuera de la OPEP, las caídas de producción y exportaciones de México destacan como una excepción aberrante.
En una perspectiva de más largo plazo hay que advertir las muy importantes inversiones de los países del Golfo en la futura expansión de su capacidad de producción, en momentos en que sus contrapartes fuera de la OPEP se ajustan el cinturón
, subraya también la AIE: Kuwait, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos están elevando el número de pozos en actividad y, sobre todo, expandiendo sus inversiones en exploración y perforación. En otras palabras, invierten masiva y agresivamente en la ampliación de su capacidad de producción. En cambio, las grandes corporaciones petroleras han recortado sus proyectos de inversión en alrededor de 100 mil millones de dólares, a partir de la caída de los precios del crudo el otoño pasado.
Parecen haber sido elementos como estos los que llevaron al declarante saudita anónimo citado al principio a subrayar, como también lo registra el Financial Times, que Arabia Saudita quiere prolongar la era del petróleo
–aquella que, como dijo célebremente el jeque Yamani el siglo pasado, no se acabaría por el agotamiento del petróleo, del mismo modo que la era de piedra no concluyó por falta de piedras–. “Deseamos –añadió el funcionario– que el petróleo continúe siendo utilizado como importante fuente de energía y deseamos ser el mayor productor de esa energía”. Es extraño, reflexionó el autor de la nota, que Arabia Saudita, caracterizada por la opacidad respecto de sus intenciones en política, explicite tan claramente su visión de largo plazo: un mundo en que –por encima de los riesgos de calentamiento global– el petróleo y otros combustibles fósiles sigan siendo predominantes en el balance de fuentes de energía y un sector mundial de la energía en que Arabia Saudita se mantenga como actor central. Tan audaz declaración tiene un primer destinatario, los países de la OPEP, que se reunirán en junio y serán invitados a sumarse a la posición expresada, meses antes de que se reúna en París la conferencia de Naciones Unidas sobre el cambio climático.