Está ante la opción de quitar a la isla la mancha de país patrocinador de terrorismo
Miércoles 8 de abril de 2015, p. 11
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, llegará a Panamá este 10 y 11 de abril precedido de una autocrítica insólita. El 17 de diciembre, cuando anunció en Washington el gran viraje de la política exterior estadunidense y su determinación de reanudar relaciones diplomáticas plenas con Cuba, reconoció que el aislamiento al gobierno de La Habana era un enfoque anacrónico
; que ningún otro país seguía ya las múltiples sanciones estadunidenses que castigan aun hoy la economía cubana y que todas estas medidas, políticas y comerciales, no tenían otro efecto más que afectar a la gente en la isla.
En ese discurso Obama invitó a su homólogo caribeño Raúl Castro a asistir a la cumbre de Panamá. Y éste aceptó. Desde ese momento se sabe cuál será el plato fuerte del encuentro en el Centro de Convenciones Atlapa en la ciudad del Canal.
Será la primera vez que EU y Cuba tomen parte en un mismo espacio de diálogo desde 1956, cuando sus respectivos presidentes Dwight Eisenhower y Fulgencio Batista participaron en otra cumbre presidencial, también en Panamá, entre 18 mandatarios más, casi todos dictadores militares.
Cuba fue invitado anteriormente: en 2009 en Trinidad y Tobago y 2012 en Cartagena de Indias. Pero por falta de consenso su asistencia no se concretó.
Si bien Obama llega a Panamá en lo que la prensa estadunidense llama momentum interesante, con su agenda diplomática fortalecida por el viraje en el Caribe y el acercamiento con Irán, Raúl Castro participa, como lo expresó el académico de la Universidad de Georgetown Jorge Domínguez , con la frente en alto
.
A cambio del descongelamiento de Washington no ha tenido que dar ninguna concesión. El diálogo entre los dos países, marcado por una agenda compleja y dos enfoques ideológicamente opuestos, transcurre en un plano de igualdad que pocos esperaban. A la fecha se han realizado tres rondas de negociaciones de primer nivel y una cuarta a nivel técnico, sobre derechos humanos. No hay resultados, pero el camino andado no es desdeñable.
La pieza que puede mover
Castro lleva a Panamá la reiterada exigencia de que su país sea retirado de la lista de países patrocinadores de terrorismo, que actualmente integran sólo cuatro naciones: Cuba, Irán, Sudán y Siria. La elaboración de esta lista negra, iniciativa de George W. Bush, se renueva cada año desde 2004.
Es probable que Obama esté listo para mover esa pieza del tablero, aunque hasta ahora el Departamento de Estado no ha querido confirmarlo. Por ley, el gobierno federal de Estados Unidos debe presentar al Congreso sus reportes anuales sobre el tema antes del 30 de abril. Si Panamá será o no el escenario para un anuncio de ese calibre, eso se sabrá este fin de semana. Hasta el momento, las cancillerías de los dos países no han confirmado si habrá una reunión bilateral entre los dos mandatarios.
La séptima Cumbre de las Américas refleja el reacomodo que vive el hemisferio. Entre los 35 jefes de Estado que llegarán el viernes a la nación istmeña Obama y Castro robarán reflectores. Pero a los otros 33 asistentes el tema Cuba-EU también les incumbe, ya que desde los años 60 y hasta bien entrados los 90, Washington logró que los gobiernos bajo su órbita se sumaran al aislamiento y hostigamiento contra la isla. Y cuando su poder de presión se empezó a diluir, en 1996 impuso la prohibición extraterritorial a empresas y gobiernos para que no mantuvieran relaciones comerciales con La Habana mediante la ley Helms-Burton.
Aunque a estas alturas ya todos los gobiernos del continente –excepto EU– han regularizado sus relaciones diplomáticas con la isla, el deshielo entre los dos antiguos rivales detonará en el corto plazo un abanico de posibilidades de negocios para todos.
Otras cumbres, otros aires
El foro Cumbre de las Américas fue convocado por primera vez por el presidente Bill Clinton en 1994 con el fin de reenfocar la agenda de la región, centrándola en el tema comercial, específicamente la construcción de un Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Pero era un plan sólo para democracias
.
En ese club de las democracias
de Miami, en 1994, participó el peruano Alberto Fujimori, que hoy purga condena por genocidio; el argentino Carlos Menem, con varias acusaciones por corrupción y tráfico de armas; el mexicano Ernesto Zedillo, que enfrentó una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por la masacre de Acteal; el boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada, derrocado por la movilización popular indígena y hoy enfrenta cargos por daño patrimonial, y una lista de políticos fieles a la doctrina neoliberal, firmes aliados de George W. Bush.
La Cumbre de las Américas fue, a la vez, la respuesta de Washington a otra iniciativa regional, que fue la Cumbre Iberoamericana. La primera se realizó en Guadalajara en 1991. Por razones de identidad y lenguaje, pero sobre todo porque se diseñó con esa intención política, Cuba sí estaba incluido y Estados Unidos no.