Opinión
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La Muestra

El juicio de Viviane Amsalem

E

l claustro conyugal. Conviene primero precisar que la cinta israelí El juicio de Viviane Amsalem es la parte final de una trilogía, cuyos dos primeros segmentos son, al parecer, inéditos en México. El conjunto de relatos, escrito y dirigido por Shlomi Elkabetz y por su hermana Ronit, es parte de una biografía familiar inspirada en episodios de la vida de la madre de ambos. Así, a través del personaje ficticio de Viviane Amsalem, los cineastas exploran no sólo una vivencia muy íntima, sino la condición de la mujer israelí en una sociedad patriarcal y autoritaria donde la religión domina tanto la esfera pública como la privada.

En la primera cinta de la trilogía, Tomar esposa (2004), Viviane manifestaba ya el deseo de abandonar a un esposo indiferente y seco. La presión familiar la obligaba a renunciar a su empeño. En un segundo filme, 7 días (2008), conseguía alejarse de él, pero de nueva cuenta el acoso verbal y el rechazo de sus parientes le hacían la vida difícil. Finalmente, en El juicio de Viviane Amsalem (2014), segmento final, la protagonista (estupenda actuación de la cineasta Ronit Elkabetz) está a punto de obtener un anhelado divorcio que, según la ley rabínica, sólo el marido puede conceder luego de un proceso en que intervienen autoridades religiosas claramente inclinadas a favorecer los intereses del marido.

La escenificación del prolongado juicio, de resonancias kafkianas, transcurre en una misma sala judicial, donde marido y mujer se enfrentan ásperamente, menos mediante el diálogo, entre ellos lacónico y mordaz, que por medio de un registro muy amplio de miradas y gestos de consternación, reproche y rechazo que acentúan el dramatismo de los sucesos. Hay también un duelo memorable entre defensor y fiscal, y la intervención de testigos que operan como puntos de vista variados y contrastantes de la misma historia. Un testigo femenino, en particular, se muestra como exacerbación de esa condición de mujer sumisa en el matrimonio contra la que se rebela Viviane.

Esa rebelión que es simple reivindicación del derecho a no permanecer atada de por vida a un hombre al que ya no se ama, la cinta la registra oponiendo los argumentos de ambas partes, con objetividad impecable, respetando la libertad del espectador para extraer sus propias conclusiones. Los hechos, sin embargo, son elocuentes. Basta un gesto de Viviane –soltarse con desenfado la caballera hasta entonces recogida–, para suscitar la indignación de los rabinos que jurídicamente le conceden la supuesta imparcialidad de un juicio, pero que moralmente ya la condenan. Esta cinta israelí parece tener semejanzas reveladoras con el mejor cine iraní (El círculo, de Jafar Panahi, por ejemplo). Un país en principio democrático y un Estado fundamentalista se ven irónicamente hermanados en una misma lógica de prepotencia patriarcal. Se exhibe hoy en la sala 3 de la Cineteca Nacional, a las 15 y 20 horas.

Twitter: @Carlos Bonfil1