El niño y el mundo
l cine de animación suele estar ausente de la Muestra Internacional de Cine y su presencia en los festivales fílmicos suele limitarse a una sección infantil colocada al final de la programación. Existen, sin embargo, festivales de cine de animación (el mayor en Annecy, Francia), que reconocen la vitalidad de dicha expresión. Entre los obstáculos para promover dicho cine figuran prejuicios tan enraizados como identificarlo en automático con un producto dirigido únicamente a un público infantil, o a adultos infantilizados, y considerarlo, además, tributario casi siempre de fórmulas hollywoodenses.
Las tradiciones del cine de animación checa, canadiense, francesa y cubana, entre otras, señalan, sin embargo, que hay opciones estimulantes. Un ejemplo reciente es El niño y el mundo (O menino e o mundo), del brasileño Alê Abreu, un largometraje que muestra cómo, formal y temáticamente, esa producción puede ser una expresión artística más ambiciosa.
El paciente trabajo de Abreu y sus cuatro colaboradores en fotografía consiste en mezclar las técnicas de animación y de dibujo, desde trazos muy simples en carboncillo hasta abigarradas composiciones en colores pastel para evocar la fantasía infantil y su manera de contemplar el mundo. Ante la experiencia de la pérdida familiar (un niño ve con angustia cómo su padre abandona el hogar para buscar una vida mejor), el pequeño protagonista se refugia en un personalísimo territorio poblado de formas y seres fantásticos.
Para evocar la búsqueda que hace el niño de su padre por territorios muy diversos, una búsqueda pronto transformada en aventura, la cinta alterna composiciones geométricas y dibujos de crayola que marcan el paso del edén rural a una apocalíptica realidad urbana, con máquinas que parecen tener vida propia, coreografías industriales que semejan citas visuales a la pintura de Miró o de Kandinsky, e imágenes duras de la deshumanización y la clonación obreras (el padre al fin recuperado aparece multiplicado para confusión del infante). Hay también visiones futuristas con rascacielos en racimos formando una montaña, y una pista sonora con ritmos tropicales, percusiones, címbalos y maracas para azoro y embriaguez del público. ¿Los temas? El exilio forzado, la separación de las familias, las faenas enajenantes y la voracidad del capitalismo –todo bajo una mirada infantil que desdibuja y reconfigura el incomprensible mundo de los adultos. ¿Un cine de animación para niños? Tal vez. Pero un cine que es educación visual y respeto a la sensibilidad e inteligencia de sus espectadores.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional. 12 y 18 horas
Twitter: @Carlos.Bonfil1