Martes 24 de marzo de 2015, p. 5
Claudia Brittenham, profesora e investigadora de arte mesoamericano de la Universidad de Chicago y autora de varios libros dedicados a la pintura prehispánica, en entrevista por Skype para La Jornada, toca un tema fascinante y poco explorado, centrado en la figura del pintor y de su sistema de trabajo en Cacaxtla.
–¿Quiénes fueron los pintores de Cacaxtla?
–Desconocemos sus nombres porque no firmaron sus obras. No es fácil separar las distintas manos porque cada uno trabajó una zona buscando una coherencia estilística de conjunto que atenuara el propio estilo individual.
–¿Por qué fue necesario uniformar el estilo?
–Por razones estéticas, para crear una obra unitaria. A simple vista no se notan las diferencias; hay que esforzarse y analizar las pinturas detenidamente para encontrarlas. Esto atestigua la capacidad de los pintores antiguos de trabajar en forma integrada.
Se maneja la idea de que en Mesoamérica no existía el concepto de estilo, pero el empeño de uniformidad que aquí se aprecia, así como la capacidad de integración entre las influencias teotihuacanas y maya, comprueban cuán presente lo tenían.
–¿Cuál pudo haber sido la condición social de los artistas?
–Teniendo en cuenta la ubicación de los murales en espacios tan prominentes, creo que jugaba un rol central, no sólo porque decoraba y embellecía la ciudad, sino porque la articulaba y creaba la imagen de la comunidad. Su trabajo era político, filosófico, íntimamente ligado con la vida del lugar.
–¿Qué descubrió con su investigación?
–Para empezar, que los murales pertenecen a una tradición local larga, involucrando generaciones de pintores que interpretaron el arte maya y teotihuacano.
–Además, que las pinturas fueron creadas siguiendo un sistema colectivo de trabajo. En el Mural de la Batalla en Cacaxtla, que mide más de 20 metros, pude encontrar por lo menos seis estilos personales distintos; sin embargo, debieron de haber trabajado nueve o 10 pintores que no puedo precisar con la misma confianza porque hay zonas bastante dañadas.
Es muy probable que el mural se terminó en muy poco tiempo.
–¿El suyo es un estudio pionero?
–No, hubo pasos anteriores, como el de George Kubler en los años 80. Sin embargo, sí es el primer estudio que entrega un corpus documentario tan grande y completo.
–¿El alma de Cacaxtla son sus pinturas murales?
–Sí, es la principal evidencia conocida de esta sociedad, aunque existen datos de arqueología, cerámica, arquitectura, junto a pocos textos difíciles de interpretar. Las pinturas son la fuente más elocuente que nos ha dejado esta civilización. Es también la característica que la distingue de las otras ciudades del altiplano central.
–¿Estos murales pertenecen a la última fase constructiva del sitio?
–No, en realidad son fragmentos de varias etapas en que está guardada la historia pictórica de Cacaxtla, en un arco temporal de entre los años 650 y 950 dC.
–¿Existen pinturas más antiguas debajo de la superficie? ¿Se ha excavado para encontrarlas?
–Yo realmente creo que sí existen. Encontrarlas permitiría entender cómo se formó este estilo tan distintivo, pero la tecnología actual aún no lo permite; se dañarían las pinturas de la superficie.