VL15: desangelado, mas con destellos de esperanza
res días, cinco escenarios, 126 bandas, 175 mil asistentes (a diferencia de las dos más recientes ediciones, en que el total fue de 200 mil): el Festival de Cultura Iberoamericana Vive Latino 2015 se llevó a cabo los pasados 13, 14 y 15 de marzo, pleno de altibajos poco vistos en jornadas pasadas. Si bien el sábado 14 estuvo a reventar (entradas agotadas), los días 13 y 15 fueron flojos en asistencia, respecto de experiencias previas. Y aunque hubo grandes momentos musicales, este visible bajón correspondió acaso a una de las curadurías menos sólidas y más desangeladas en la historia de este gran festival, todavía el más importante en su rubro en Latinoamérica, sólo a la par de Rock al Parque en Colombia.
El resquemor previo consistió en notar un cartel con cada vez más artistas de origen sajón, contrario a su concepto original latino
, en detrimento del rock hispanoamericano. Una vez vivida la aventura, el asunto fue más claro: fue una edición de menor presupuesto, con temor a la pérdida, por lo que se corrieron menos riesgos al incluir bandas de aceptación asegurada o de catálogo
(pocas primicias), que en los hechos no generaron mucha conexión con las nuevas generaciones, mismas que suelen llenar el Vive Latino. Muy diferente fue la visita de bandas como Blur, Tame Impala, Arcade Fire, por ejemplo (en 2013 y 2014), harto vigentes (en el caso del cuarteto británico, aun siendo de los años 90, es un icono de los veinteañeros). Es ese olfato el que visiblemente falló. Porque menor presupuesto no debiera implicar menor calidad ni menor tino para armar un elenco más coherente y asertivo.
A pesar de la calidad y belleza de artistas como Robert Plant, éste no logró convocar al gran público actual de festivales, ávido de sonidos que lo representen o le descubran algo fresco. Quizá Plant y otros no encajaban con el mood del Vive. Con más ejemplos, como el anodino Dave Matthews o el quemado y soporífero Interpol (e incluso Garbage, muy buenos pero ya fueron), se sintió un festival envejecido, sin apuestas, para adulto contemporáneo
(con honrosas excepciones).
Quizá festivales como el Nrmal, Bahidorá, Antes, entre otros encuentros a lo largo del año, estén dispersando la tensión y las ganas de esperar al Vive Latino para ver bandas en español (cosa que antes era más difícil de vivir, fuera de este festival). Dicho cambio en las audiencias es algo que debieron leer mejor sus organizadores. Acaso otro desaliento fue el alto precio de las entradas (¡y el de las cervezas y alimentos!).
Ante todo esto, el Vive podría responder con carteles más audaces, que superaran o dieran la vuelta a los numerosos festivales ya cotidianos. De otra forma, la debacle para este encuentro podría avecinarse.
Lo bueno
Aunque no todo fue negro. A pesar de los nubarrones, casi no llovió. La organización del festival es ya muy buena, y hay que reconocerlo. Y claro: la pasión musical sobrepasó cualquier vicisitud y nacionalidad, brindando destellos de esperanza.
Lo mejor. Robert Plant & the Sensational Space Shifter y su blues-african-soul-synth-cósmico, con temas suyos y de Led Zeppelin en versión orgánica, quedaron muy alto en la escala de la maravilla gozosa. The Specials y su finísimo rocksteady-ska-rock imprimió el baile suave y pacheco. Happy Mondays: contra los pronósticos de decadencia, Shaun Ryder lució casi sobrio y la banda sonó espectacular; aquello fue un Madchester-rave de lágrima explosiva de inicio a fin. Die Antwoord y su dance-rap la partieron con su demencia kitsch. De México: con himnos inevitables, aunque con calidad disminuida (sin Alejandro Marcovich y Saúl Hernández casi afónico), Caifanes convocó los mayores coros, con todo y emotivo silencio de 43 segundos por los desaparecidos de Ayotzinapa. Espléndido, en gira de despedida, Nortec renovó sus hits con toques de electrónica actual. Molotov tronó bocinas: arriesgando, con repertorio poco usual y nuevos temas, partió el queso. Azotado e intenso, Enjambre mostró ser punta de lanza de su generación. El rocanrol crudo se impuso con la legendaria Revolución de Emiliano Zapata e Interpuesto. Decibel, con puro pionero de la electrónica en México, ofreció un set experimental alucinante, lástima que ante muy pocos. Con sonadas ovaciones, ahora con batería y contrabajo, el punk norteño de Juan Cirerol demostró un gran ascenso. De España, el rock siniestro de El Columpio Asesino escupió una atronadora velada.
Otros buenos momentos: Tinariwen, Románticos de Zacatecas, San Pascualito Rey, Matías Aguayo, Apanhador Só, 2 Minutos, Fresones Rebeldes, Él Mató a un Policía Motorizado, Dënver, Mon Laferte, AJ Dávila, La Minitk del Miedo, Mariel Mariel, Julie Doppler, Centavrvs, Tino el Pingüino, Los Victorios, Siddhartha, Los Ángeles Negros. Palomazos sorpresa fuera de cartel: El Gran Silencio, Rebel Cats, Quiero Club, Meme con Natalia Lafourcade.
Twitter: patipenaloza