Realizó su performance en Kabul; la gente la agredió y amenazó
Domingo 8 de marzo de 2015, p. 4
Kabul.
La artista afgana Kubra Jademi tenía tan sólo cuatro años la primera vez que se vio acosada por un extraño en la calle, y recuerda haber pensado algo: Ojalá mi ropa interior estuviera hecha de hierro
.
Así que más de 20 años más tarde se vistió con un traje de hierro con grandes pechos y nalgas y lo llevó en las calles de Kabul para protestar por el endémico acoso que sufren las mujeres en Afganistán.
El performance de ocho minutos no fue bien recibido, y ahora Jademi vive escondida y teme por su vida. Pero tras una vida de pellizcos y tocamientos en las calles, y de que le dijeran que no hablara de ello, la artista de 27 años está decidida a romper el silencio de su muy conservadora sociedad sobre el acoso sexual.
La lucha por la igualdad de género apenas ha dado sus primeros pasos en Afganistán y las mujeres, incluso las que se ocultan por completo con un burka, sufren de forma habitual insultos y tocamientos no deseados. Tras más de una década de activismo se sigue vendiendo a niñas como esposas, la violencia doméstica queda impune en su mayor parte y pocas mujeres ocupan cargos de responsabilidad pública.
Jademi tenía cuatro años cuando un extraño le tocó las nalgas en el camino a una tienda cerca de la casa de su familia en Quetta, Pakistán, donde se habían sumado a la oleada de refugiados que huían de la guerra y el gobierno brutal de los ultraconservadores talibanes. A lo largo de su vida se ha visto acosada en las calles en muchas otras ocasiones, incluso una poco después de regresar a Afganistán en 2008 para presentarse a las pruebas de acceso para estudiar bellas artes en la Universidad de Kabul.
En esa ocasión, gritó asumiendo que alguien acudiría en su ayuda. Pero la multitud se puso en su contra, y algunos incluso la insultaron, explicó.
“Nadie vio a ese hombre. Quizá estaba entre los que me gritaban. Estas cosas pasan cada día y las veo. Pero si soy una ‘buena chica’ no debería decirlo, ni a mi madre, ni a mi hermano, no debería decirlo en público. Pero lo diré.”
Las obras de Jademi se basan en sus experiencias personales, a veces con años de desarrollo para luego ofrecerse en apenas unos minutos. A finales de 2013 ofreció un performance en una galería de Kabul que muchos espectadores consideraron perturbadora, en la que se abofeteó ambos lados de su propio rostro durante casi una hora. Así, quería mostrar la tolerancia a la violencia de su país tras más de 30 años de guerra.
Antes de su recorrido con la armadura, pasó cuatro meses entrevistando a mujeres sobre el sexo, la sexualidad y la identidad. Muchas historias trataban sobre la crueldad y la pérdida, pero ninguna de las mujeres parecía tener el control de sus propias experiencias, explicó.
Lo que yo sentía era lo mismo: las mujeres no tienen ni deben tener derecho a disfrutar. Es como al comida: deseas comer, pero las buenas mujeres no deben hablar de ello, las buenas mujeres no deben disfrutarlo, las buenas mujeres no deben tener derecho a pensar en ello como su derecho
, afirmó.
Hay algunos avances indudables desde que la invasión liderada por Estados Unidos derrocó a los talibanes en 2001. Se han dedicado miles de millones de dólares en ayuda a proyectos para reducir las tasas de mortalidad materna, aumentar el acceso de las mujeres a atención sanitaria y educación, así como en concientizar a policías y jueces sobre las garantías constitucionales a la igualdad.
Jademi cree que el enfado de hombres y mujeres por su performance, incluyendo amenazas de muerte y acusaciones de que es una espía estadunidense, demuestran que la sociedad afgana está cambiando. Pero es un proceso lento, y el temor al cambio sigue muy arraigado.
Cuando se puso la armadura y volvió al bullicioso barrio de Kabul donde había sido acosada en 2008, la multitud volvió a ponerse en su contra. La gente lanzó piedras y amenazó con pegarle, y tras apenas ocho minutos dio por terminado el acto y volvió a su auto, que fue rodeado y dañado por la multitud airada.
Pero entre la masa, al menos una persona pareció comprender el mensaje.
Miren a esa chica
, recordó que había dicho un niño de unos 10 años. No quiere que la toquen.