a Alianza para la Producción, entre el gobierno y los empresarios, fue económica y política. Firmada en Monterrey por José López Portillo y un representante de los industriales (se registraron 600 de todo el país), pronto hizo sentir sus efectos.
En las elecciones de 1985 el PAN lanzó la candidatura del signatario empresarial y ex diputado federal Fernando Canales Clariond al puesto de gobernador. Canales no lo pudo conseguir, pero con ello fue inaugurado en Nuevo León el bipartidismo PRI-PAN. Su segundo exitoso intento logró consolidarlo.
Los candidatos del PRI y del PAN se diferencian por la parafernalia. Ambos reciben, en mayor o menor medida, la venia y el patrocinio de los empresarios. Su autonomía queda acotada desde la misma campaña electoral. Ahora, por ejemplo, el pronunciamiento más importante de Ivonne Álvarez, la abanderada del tricolor, fue sobre el proyecto Monterrey 6. Satisfizo así el compromiso entre Medina y Peña Nieto, del que es producto, y también hizo un guiño a los patrocinadores más pesados de su campaña: Cemex, Villacero y otras grandes compañías del Grupo Monterrey involucradas en ese proyecto.
El panista Felipe de Jesús Cantú ofreció a los organismos empresariales, ante su exigencia de que los candidatos den a conocer los nombres de sus posibles gabinetes, que fueran ellos los que nombraran a los integrantes del suyo. Su correligionaria Margarita Arellanes, ex alcaldesa de Monterrey, es su contrincante. Ella se apoya en los empresarios vinculados con los casinos y en los de la construcción que se hallan listados en el padrón de proveedores del municipio. Por la discrecionalidad en los contratos y una incuria evidente, Arellanes deja a Monterrey presa de un abandono criminal.
Con la elevación de los topes de campaña, acordada por el INE, la desigualdad crece y el bipartidismo se fortalece. Pero aún queda por ver qué tanto y si se mantiene.
La antidemocracia y el centralismo del PRI y del PAN, su inepcia para resolver los problemas básicos de la comunidad y la corrupción de ambos dieron lugar, en la víspera de las elecciones de 2015, a divisiones que ponen en la cuerda floja el bipartidismo reinante en Nuevo León.
Desde el norte se ve a Michoacán y Guerrero sobre el hombro: según el prejuicio, no se han modernizado y son violentos. Empero, a pesar de sus amañadas candidaturas de unidad
, allí el PRI guardó las formas. En Nuevo León, el tricolor se las pasó por el arco. Devaluó a sus cuadros más visibles (los 11 precandidatos que acompañaron a Ivonne Álvarez a erigirse en candidata de unidad
) y mostró desprecio absoluto por las bases priístas.
La ratificación de Álvarez por una asamblea con delegados suena a broma. ¿Hubo alguna autoridad que la aprobara y lanzara? Si el criterio para que ella encabezara la campaña del PRI fue, como se ha dicho, la popularidad, ¿no era lógico que fuera este partido el que la refrendara en una asamblea que le aportara legitimidad y fuerza política? La respuesta vino de la jefatura cetemista, cuna política de la candidata oficial. Fue una amenaza de ruptura fintando lanzar candidaturas alternativas a las impuestas por el gobernador Medina. ¿Fue en acuerdo o desacuerdo con ella?
Antes, en condiciones menos difíciles, el PRI asumió sus procesos internos de manera diferente. La crisis de los 80 desembocó en una gran escisión y el surgimiento de un nuevo actor político que le disputó seriamente el poder. La respuesta encarnó en Luis Donaldo Colosio y su proyecto de renovación democrática del PRI. En Nuevo León este intento de cambio se tradujo en la posibilidad de que sus bases, por vez primera, pudieran elegir al candidato a la gubernatura. Con todo lo que pudo haber de tufo presidencial en la elección, Sócrates Rizzo García resultó candidato con suficiente legitimidad.
Tomando en cuenta ese antecedente, el retroceso es obvio.
Más legitimidad tienen los representantes de una escisión tanto en el PRI como en el PAN. Jaime Rodríguez, ex alcalde de García, a quien complace el apodo de Bronco, decidió correr el riesgo por la vía de la candidatura independiente y eso, con la mayor autonomía que supone, no es poco en nuestras latitudes. En un estado machista, donde se ha suprimido la legalidad del aborto, logrará captar votos en las áreas rurales y en cierta clase media urbana.
Fernando Elizondo Barragán, postulado por el partido Movimiento Ciudadano, puede considerarse el candidato con mayor experiencia en la administración pública de los que aparecen hasta ahora en la arena electoral (Morena aún no postula aspirante). Elizondo fue tesorero, gobernador interino, secretario de Energía con Vicente Fox y senador en dos ocasiones. Tiene un lado que es al mismo tiempo fuerte y flaco: sus nexos esencialmente empresariales, potenciados por un despacho jurídico al que ha estado vinculada la mayoría de los gobernadores del binomio PRI-PAN.
Los principales opositores del bipartidismo no han dejado del todo la crisálida ideológica de sus anteriores partidos, y mientras así permanezcan la alternancia a ese binomio será improbable. Y el triunfo de cualquiera de ellos, si llegara a darse, no aseguraría por sí mismo el cambio que busca la ciudadanía. La descomposición, el hartazgo y la desconfianza han calado muy hondo. En el proceso electoral de Nuevo León se llega al extremo. Entre los candidatos al gobierno del estado hay un empresario ex panista muy dinámico en la globalización carnal tubo de por medio. Lo postula el Partido Humanista.