omo ocurrió con el Plan Colombia, también en México bajo la Iniciativa Mérida (IM) se detecta una proliferación paramilitar. Además de la catastrófica guerra sucia desatada en 2007, que desde Tlatlaya e Iguala cimbra la conciencia dentro y fuera del país nacional, cabe revisar los contextos financiero-especulativos y de seguridad nacional en la vital área energética: mientras 2014 terminó en Wall Street con una insensata y riesgosa desregulación financiera bajo impulso de Citigroup et al., para avalar las astronómicas apuestas de alto riesgo en derivados en general y de materia prima y petróleo/gas, en particular, neutralizando la estipulación Lincoln de la Ley Dobb-Franks, en el México de 2015 los petroprecios, pese a su desplome, se mantienen altos y aumenta el desabasto de gasolinas y diesel por operativos de grupos armados
, que actúan sobre los ductos de Pemex.
El aliento de Obama a las apuestas de los grandes bancos/firmas de inversión en derivados, pasando la factura a depositantes y contribuyentes en caso de mega-desastre financiero, por el súbito colapso de los petroprecios de 60 dólares en menos de ocho meses, se relaciona en directo a su diseño militar sobre la materia prima planetaria. Ese desplome no es por el mercado
pues los ataques de ISIS en Irak y Siria habrían elevado los petroprecios. La caída es por la guerra económica de Estados Unidos contra Rusia, Irán, Venezuela vía arreglos
con los sauditas, arriesgando un estallido de la burbuja en derivados de gas y petróleo, con efectos tectónicos económico/militares.
Primero se dijo que las materias primas eran sólo
5 por ciento de los derivados, pero cuando en el Congreso de Estados Unidos llevaba la ventaja la oposición contra el ajuste
de las leyes aprobadas para evitar otro desastre financiero como el de 2008, apareció el cabildeo de Jamie Dimon –gerente de JP Morgan Chase– y de Obama, a favor del plan de Citigroup –dueño de Banamex– que transfiere a depositantes y al fisco el riesgo de la especulación de grandes bancos de inversión: ambos sabían que las apuestas en derivados ascendían a 280 billones de dólares (BD); que 5 por ciento son 14 BD y que de estallar la burbuja petrolera de unos 3.9 BD, haría saltar por los aires a Citigroup, JP Morgan Chase, Goldman Sachs, Bank of America, Wells Fargo y Morgan Stanley. Como desde 2008 esos bancos de inversión crecieron 37 por ciento y entre ellos representan 42 por ciento de los préstamos y 67 por ciento de todos los activos bancarios de Estados Unidos, el estallido se haría sentir por el planeta. Comparada con el estallido de una burbuja de derivados, esa Gran Recesión sería un paseo por el parque
(Ver E. Brown ICH,20/12/14) ¿Se podrá evitar una mega-deflación global?
Por sus altos costos vinculados a salvajes ritmos de perforación ante abruptas tasas de declive de los pozos, ya los daños colaterales del colapso petrolero cubren todo el negocio shale, por lo que, por ahora, no vienen a devastar población, territorio, medio ambiente y agua. Eso no importa a los dueños de Banamex. Aquí sus apuestas ganan porque por la fuerza del FMI y el Estado (y no del mercado) se pagan los combustibles como si el barril no hubiese perdido un quinto. Para ellos el problema de la criminalización y militarización de la ordeña de Pemex derivado de su alto precio, con el correspondiente desabasto en gasolinas y diesel, es asunto menor, igual que el enorme flujo de armamento moderno y letal de Estados Unidos que, desregulado desde 2004, llega a grupos armados que proliferan y actúan en el país y sobre los ductos de Pemex.
Entre 2005 y 2012 los operativos sobre Pemex aumentaron 635 por ciento, por lo que se extiende –como en Irak y Afganistán donde están vigentes operativos tipo Plan Colombia/IM– grandes filas en las gasolineras. En los primeros días de 2015 de las 489 gasolineras en Puebla, 100 estaban cerradas por desabasto. El problema se siente, con preocupación y enfado de usuarios, empresarios del ramo y las redes sociales, en Jalisco, Colima, Michoacán, Nayarit, Zacatecas, Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas, Querétaro, Guerrero, Puebla y Tlaxcala. Por la dependencia del transporte de personas y carga –alimentos– en la máquina de combustión interna, junto al deterioro ferroviario, los efectos sobre la economía y la canasta básica pueden ser graves. Como el costo electoral es en potencia serio, Estados Unidos salió al rescate del régimen vendiendo 100 mil barriles diarios de crudo ligero para amainar colapsos gasolineros en días clave. Recuérdese que para bajar el costo político de Tlatlaya e Iguala, el Banco Mundial dio un préstamo de 53 millones de dólares para programas sociales de conocido uso clientelar y compra de votos. Pero ¿a qué, sino un estallido social, le juega Estados Unidos cuando deja manos libres a los 25 provedores de armas de asalto hacia acá, mientras desde Pemex informan que el alza en el desabasto de combustibles se debe a que (textual) los Sistemas de Ductos están prácticamente tomados por bandas del crimen organizado y grupos armados
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