López-Bassols ubica en 1999 el punto de quiebre en el tema
Lunes 5 de enero de 2015, p. 6
La ausencia de México en las negociaciones para restablecer relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos es resultado de una política exterior errática en los sexenios panistas, de su alejamiento de América Latina en ese periodo y de su incapacidad para recuperar la imagen de mediador eficiente
, afirmó el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Alejandro González Acosta, quien sostiene que en el último tramo del diferendo entre Cuba y Estados Unidos, México se quedó como la novia de pueblo, pues no es ya aquel país que sabía defender principios en el ámbito internacional
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Dijo que aun cuando el presidente Enrique Peña Nieto ha tratado de recuperar parte de la antigua tradición diplomática, relanzando relaciones con Cuba y Venezuela, no le alcanzó para ser considerado como interlocutor por ninguna de las dos partes
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A su vez, el embajador en retiro y participante en las negociaciones que dieron fin al conflicto entre el gobierno de El Salvador y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, Hermilo López-Bassols, advierte que “la posición mexicana se quebró manifiestamente a finales de 1999 en la novena Cumbre Iberoamericana de La Habana, complicando nuestras relaciones bilaterales con una entrevista de la titular de la cancillería, Rosario Green, con la disidencia cubana.
“El deterioro se extendió por los años de los gobiernos panistas, cuyo punto más grave nos colocó en la puerta de la ruptura, lo que ocurrió en 2002, el conocido ‘comes y te vas’ para dejar satisfecho a Bush. Esto imposibilitó cualquier gestión diplomática mexicana para restablecer el diálogo e intento de mediación”, asegura.
Destaca que a pesar de que México tiene una vieja trayectoria de solidaridad con el gobierno y el pueblo cubano, “la delicada mediación ocurrió en Canadá –y se concluyó en Roma– y fue realizada por los servicios diplomáticos del Vaticano –a través del cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado–, y directamente por el papa Francisco. Él mismo va adquiriendo una personalidad internacional sobresaliente, dados sus esfuerzos anteriores en el caso del conflicto israelí-palestino, en Irak y en Siria en el plano de todo Medio Oriente”.
El ex embajador en Bolivia y El Salvador recuerda que al triunfo de la revolución cubana, México votó en contra –y solo–de la resolución adoptada en la octava reunión de ministros de relaciones exteriores de la Organización de Estados Americanos (OEA), en 1962, en cuanto excluía al régimen cubano del sistema interamericano. Afirmó entonces el secretario de Relaciones Exteriores, Manuel Tello, con plena dignidad
, que la autodeterminación y la no intervención debían ser respetadas y que la exclusión de un Estado miembro no era jurídicamente posible sin la modificación previa de la Carta de la OEA
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Años después, en 1994, el gobierno de México inició un proceso de mediación entre Cuba y Estados Unidos a raíz de la crisis de los balseros. A través del presidente Carlos Salinas y Gabriel García Márquez, el presidente William Clinton, envió una carta a Castro.
Clinton propuso una reunión en Nueva York para discutir sólo los problemas migratorios e insistió en que México siguiera siendo enlace.
Sin embargo, las pláticas no prosperaron y ese mismo año en la novena Cumbre del Grupo de Río, Salinas ratificó el deseo de México de que se pudieran restablecer las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, sin traicionar la soberanía cubana y sus propias decisiones. Ocurría esto cuando la mayoría de los países presentes en la cumbre, mantuvieron una posición abiertamente intervencionista hacia Cuba.
Puede recordarse también, que cuando se expidió la Ley Helms-Burton de 1996, el primer diálogo entre países latinoamericanos para analizar la ley y responder a una abierta agresión de Estados Unidos, fue convocado precisamente por México
, señala el ex embajador, acciones que, apunta a su vez González Acosta, ya no podrá convocar México, al menos no con la misma fuerza que antes
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