Se llama Aurora y tenía más de un siglo de haberse construido
Se ubica en la delegación Coyoacán con acceso a 2 mil 500 usuarios
Miércoles 31 de diciembre de 2014, p. a11
La primera alberca que existió en la ciudad de México tiene nombre de mujer, se llama Aurora y arrastra una historia familiar y una leyenda. Los datos de ese espacio consagrado en su origen al ocio y la diversión, se entremezclan con el drama de una familia, según narra el cronista Abraham Villedas y un texto publicado por un descendiente de José M. Russell, autor del proyecto con más de un siglo de antigüedad, reinagurado ayer.
Afuera, en la calle de Presidente Carranza número 51, en Coyoacán, la fachada es como la de cualquier casona porfiriana de principios del siglo XX, con ese guiño de casa de campo de provincia, con un letrero que confirma que se trata de la Alberca Aurora, pero que bien podría llevar el nombre de un restaurante. En su interior, en el primer piso, hay una alberca cuya construcción terminó alrededor de 1926.
José M. Russell, nacido en jalisco pero educado en Nueva York –en adelante todo de acuerdo con el relato del cronista Villedas y el texto publicado por el descendiente de la familia–, levantó un club social con el espíritu de la bella época porfiriana, en el que además del ocio, se podía cultivar la salud física.
Había pista de patinaje, una cancha de basquetbol, otra de tenis, boliche y artefactos para ejercitar los músculos. Para socializar había una área de dancing y un restaurante, pero la novedad era una alberca con las medidas olímpicas de aquel entonces, construida con cemento importado de Holanda. Tal vez por esnobismo
, sospecha Villedas, y con una torre de 10 metros para clavados construida en Estados Unidos.
Una foto de aquellos años permite ver la alberca, en aquel entonces sin techo, con bañistas sentados en los bordes remojando sus pies. Los trajes de época, pudorosos, parecen una estampa risueña.
Ese aroma profiriano y de bella época se apagó unos años más tarde. El gobierno de la ciudad en aquel entonces presionó a la familia Russell hasta quedarse con el espacio donde estaba el club social en 1932, según cuenta en su texto el descendiente.
De acuerdo con esta versión, autoridades capitalinas compraron por 16 mil pesos oro la construcción que a José M. Russell le había costado un millón de pesos oro.
Esa transición significó que el club social dejó de ser un lugar para el regocijo de la élite coyoacanense para convertirse en un espacio popular, explica Villedas. Con los años, no quedó nada de aquel pretendido esplendor y en los 80 y 90, según el relato de Villendas y versiones de algunos vecinos, el inmueble decayó en completo abandono.
Ayer, la Alberca Aurora abrió de nuevos sus puertas para 2 mil 500 usuarios, ahora como un recinto renovado, repleto de historias y leyendas, que por momentos se entremezclan.