Política
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Nosotros ya no somos los mismos

Protesta extrema del joven de 21 años Agustín Gómez Pérez frente al Palacio Legislativo de Tuxtla Gutiérrez

Imprescindible, la renuncia del virrey de Iztapalapa, Jesús Valencia

Varios finales de la columneta en 2014

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Alguna vez, y pronto, tendremos que hablar de estas irracionales formas de protestaFoto Jacob García/ Cuartoscuro.com
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ues con verdadera sorpresa de mi parte, a una semana de hacer público mi azoro y desconcierto por la incuria, la irresponsabilidad, la carencia total de sensibilidad, no política, sino básicamente humana, de las autoridades chiapanecas ante el acto totalmente irracional, desorbitado, inédito, llevado a cabo por el joven (21 años) Agustín Gómez Pérez frente al palacio legislativo de Tuxtla Gutiérrez, constato que su protesta extrema, su sacrificio, fue absolutamente un exceso inútil y sin sentido.

Florentino Gómez Girón, activista y tío de Agustín, por cuya liberación éste decidió inmolarse fue, tras la barbaridad del sobrino liberado, pero no exonerado de los cargos que siguen pendiendo sobre su cabeza como la espada... si alguien pensó que este modesto escribidor iba a salir con el lugar común de Damocles, lo menospreció: puedo, para cerrar el párrafo, hablar de la espada de san Galgiano, un delincuente juvenil digno de ser candidato plurinominal del PVEM, cuya espada está resguardada en la abadía que lleva su nombre, o de la famosísima espada Excalibur, a la que el rey Arturo debió su reinado, y el martini más delicioso y envidiable de todos los tiempos: casó con la reina Ginebra.

El asunto, seguramente lo recuerdan, es desafortunadamente pan de todos los días: un líder campesino se vuelve insoportable para sus enemigos naturales y las autoridades cómplices (o no son cómplices, son los mismos). Deciden (benévolamente, conste) darle un escarmiento: lo acusan de los suficientes delitos como para retirarlo de la circulación por las veredas del mal, es decir, de las que lo llevan por el errado camino de la defensa de sus derechos. Sus compañeros del grupo, seguramente sedicioso (nada más hay que ver el nombre), Ricardo Flores Magón, juran y perjuran que es inocente de los cargos que le imputan, pero culpable por respondón y alebrestado.

Desconozco quién dice y tiene la verdad, pero estoy seguro que la autoridad competente resolverá lo justo, luego de someter al acusado, como es costumbre, a un debido proceso. Después del acto inconcebible de Agustín (por cierto, el primero que conozco en nuestro país), la autoridad, para desafanarse de la bronca, puso en libertad al tío del bonzo chiapaneco. La fianza ofrecida por Agustín no fue poca cosa, aunque se me ocurre preguntar: y si Agustín fallece (nadie ha vuelto a mencionarlo) ¿las autoridades darán por cancelada la garantía y regresarán al tío Florentino a prisión? Con rabia y tristeza tendremos que reconocer: La vida de Agustín fue generosa; su muerte, una estupidez. En los horrendos términos y criterios de valoración en boga, no llegó ni siquiera a ser un trending topic que estremeciera a las redes sociales.

Los campesinos afectados han recurrido a huelgas de hambre, extracción de sangre, suturación de labios y otras formas de presión tan demoledoras para sus agresores, que éstos han tenido que pasar a retirarse, durante estas fiestas, a sus resorts predilectos: Omni Homestead, hot Springs, Virginia. Saint Regis Aspen, en Colorado (considerado hace algunos años el mejor resort del mundo. No estoy haciendo una recomendación, porque hace tiempo que no he estado por allí). O, simplemente, a las playas bajacalifornianas, cada día más inaccesibles para los mexicanos.

Alguna vez y pronto, tendremos que hablar de estas irracionales formas de protesta que sólo en mentes terriblemente angustiadas, pero también harto confusas, pueden ser consideradas medidas de apremio para la solución de sus conflictos, pues: ¿a quién puede importarle que una o varias personas emprendan una huelga de hambre y dejen de probar alimentos durante un tiempo indeterminado, si su cotidiana y obligada costumbre es hacerlo todos los días?

¿En qué daña a los contrarios que los protestatarios se cancelen los labios, si de todas maneras, aunque los tengan despegados nadie escucha sus reclamos, puesto que su obligación es callar y obedecer? Si se extraen, absurdamente, sangre para escribir letreros de protesta no provocan, ni por asomo, un leve resquemor de conciencias, tan sólo algunas pragmáticas opiniones: en verdad que son tontos estos badulaques, en el banco de sangre algo les darían por ella, aunque sea roja.

Tenía preparado un breviario sobre esta acogotante forma de protesta o de solidaridad que es la inmolación. Ofrendar su vida por una causa puede ser un acto noble, generoso, pero, a menos que la persona que lo realice sea un superstar, o que la forma como lleve a cabo su acción sea espectacular o, sobre todo, si consigue una repercusión mediática de alto rating, capaz de mover a la acción a los abúlicos y a los simpatizantes a escondidillas, los sacrificios gratuitos son absurdos: ¿estás dispuesto a dar tu vida por tu causa? Pues que no sea dioquis. Invita a un director de Oceanografía, de Ficrea, al que se apropia del agua comunal o de las playas bellísimas del territorio a las que ya no podemos entrar los mexicanos, al exonerado de agravios evidentes, inocultables, al patrimonio colectivo, para que te acompañen. Ya decidiste pasar a retirarte, no lo hagas solo. En la lógica del mercado, lo gratuito vale poco. Lo único que no se vale es inmiscuir inocentes, los niños, por supuesto, pero hay mujeres y ancianos que resultan ser los piores (superlativo de peor). Ni edad o género son excluyentes de responsabilidad.

Resulta que como lo breve no se me da, el breviario planeado lo dejo para otra ocasión, por ahora sólo me concreto a recordar a TichQuangDuc, el monje budista que el 11 de junio de 1963 se prendió fuego para mostrar su repulsa a la dictadura de NgoDinh Diem, pelele del gobierno estadunidense, que en su nombre y a su servicio gobernaba Vietnam del Sur. El bonzo, erguido, no se movió un milímetro ni emitió queja o sonido alguno que expresara su dolor mientras las llamas lo consumían. Su imagen dio la vuelta al mundo e inflamó el corazón no sólo de su pueblo, sino de todos los seres humanos luchadores por la libertad y la soberanía de los suyos.

También un minuto para autocorregirme: Agustín, el bonzo chiapaneco, tiene, al menos conocido públicamente, un antecesor: el 30 de septiembre de 2008, Ramiro Guillén Tapia, campesino originario de Veracruz, se incendió a las puertas del palacio de gobierno para respaldar las protestas de sus compañeros por la falta de cumplimiento de las autoridades estatales a las reiteradas promesas de atender sus demandas. Ramiro murió el primero de octubre de 2008. ¿Se solucionaron las demandas campesinas? ¿Influyó directamente para ello el sacrificio de Ramiro Guillén? ¿No sería más útil vivo en estos momentos?

No tengo ni tiempo ni espacio y sí varios finales para la postrera columneta del año: Primero, dar las gracias a una parte de la multitud que me hizo saber que los tres lunes que me vi obligado a estar ausente de estas páginas lo registró. Si incluyo todos los nombres, La Jornada tendría que imprimir una adenda, pero daré únicamente los que me escribieron a estas páginas. Segundo, mostrar el comportamiento del diputado priísta que aprueba y viola leyes, don Isidro Moreno Árcega. Tercero, la imprescindible renuncia del virrey de Iztapalapa, Jesús Valencia: delegado corrupto, falsario, hipocritón, pero, sobre todo muy, muy tonto. Cuarto, el chistocito Heliodoro Díaz Escárrega, que le gusta juguetear con su hijito, un verdolagón, casi treintañero, al que le envía cariñosos mensajes (así de ocupado estará): “aquí está el regalo que te trajo Santa, m’hijo. ¡Cuídalo!” No sabes lo que representa en cuotas del Infonavit.

Opté por una quinta opción de despedida: un recuerdo de José Revueltas, en el centenario de su natalicio.

En el lejano agosto de 1958, unos cuantos charros, policías y lumpen contratado a destajo, trataron de romper la huelga nacional decretada por el movimiento vallejista. Los trabajadores decían: sólo regresaremos al trabajo si el compañero Demetrio lo ordena personalmente. En Cárdenas, San Luis Potosí, las mujeres, con sus niños en brazos, se acostaban sobre las vías para impedir el paso de los trenes que, por cierto, ningún esquirol se atrevió a mover. Las refriegas cobraron inevitables víctimas.

El 16 de agosto de 1958, en la Arena Coliseo, en las calles de Perú, se realizó un emotivísimo mitin en honor de los compañeros caídos en la lucha. El orador principal fue José Revueltas y, el que esto recuerda, un simple telonero. Seguramente dije ridículas frases de la oratoria en boga. Pepe terminó su proclama diciendo: camaradas Andrés Montaño Hernández, Rafael Alday Sotelo, Leopoldo Álvarez García. Ante sus nombres inclinamos nuestras banderas, de sus cuerpos habrá de brotar la aurora. No sé cómo reaccioné esa noche, la de hoy, lo hago con hipo y lagrimeo.

Twitter: @ortiztejeda