Desplome del rublo
asó lo que, tarde o temprano, tenía que suceder, cuando la economía está prendida de los alfileres de los precios internacionales del petróleo que representan –¡una barbaridad!– 68 por ciento de los ingresos de Rusia.
La drástica caída de los precios del crudo y las sanciones de Occidente contra Rusia, la tercera parte del problema estas últimas según el propio presidente Vladimir Putin, provocaron esta semana el desplome del rublo, que acumula ya una depreciación de 60 por ciento respecto de comienzos de este año.
El martes negro se vivieron aquí momentos de pánico, cuando la moneda nacional llegó a cambiarse a 100 por euro y 80 por dólar; luego con la multimillonaria intervención del banco central el rublo recuperó un poco de su valor, muy por debajo del que tenía.
El titular del Kremlin reconoció que la situación no sería tan grave si, en las dos décadas recientes, Rusia hubiera emprendido lo que las voces más sensatas de este país, desde que se desintegró la Unión Soviética, advierten: la necesidad de diversificar la economía frente a la prevaleciente tentación de obtener más ganancias tan sólo exportando hidrocarburos y otras materias primas.
Poco a poco se comienza a poner en duda la versión de los medios oficiales de que todos los males de la economía rusa son consecuencia de la agresión de Estados Unidos y sus aliados. Evidentemente afectan las acciones hostiles en contra de Rusia, pero cómo va a ser eficiente una economía que requiere reducir en al menos un tercio el número de servidores públicos –ahora duplica el que tenía la Unión Soviética entera– y los convirtió en clase social privilegiada, con salarios muy por encima que el resto de la población y, además, en fuente de corrupción.
Se acabó la bonanza de los petrodólares y, por consiguiente, Rusia tendrá varios años de recesión, con un doloroso recorte del gasto en el presupuesto, elaborado ya con mesura teniendo como referencia el precio del crudo en 98 dólares por barril, casi 40 dólares más que el precio actual.
Ante el horizonte poco halagador que se atisba, el mandatario ruso dice estar convencido de que, dentro de dos años a más tardar, la crisis terminará y la economía de Rusia volverá a crecer. De hecho, propone esperar a que los precios de los hidrocarburos se recuperen, en espera de que los magnates rusos que llevan años sacando sus capitales decidan traer su dinero de vuelta a Rusia para diversificar la economía.
El Kremlin tendrá que recurrir a las reservas para afrontar un nuevo tipo de malestar en la sociedad. A diferencia de hace dos años, cuando la represión diluyó las protestas callejeras de la clase media, no se descarta que ahora salgan a la calle obreros, médicos, maestros, jubilados y otros estratos golpeados por la crisis.
Sin embargo, el principal riesgo para Putin es mantener la cohesión de la élite política y empresarial, ya que si la situación se le va de las manos no sería descabellado prever que un golpe palaciego pusiera abrupto fin a su permanencia en el poder.