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Cuba: armar y desarmar

Medio siglo de agresión

Petróleo a 48.43 dólares

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COMERCIO EN LA HABANA. Un hombre vende frutas y verduras en la puerta de su casa este jueves en La Habana, Cuba. El miércoles Estados Unidos y Cuba acordaron establecer relaciones diplomáticas, abrir la economía de la isla, así como reanudar los viajesFoto Ap
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n poco más de cinco décadas, Cuba recorrió el camino de ida y vuelta en dos ocasiones: la primera, con el triunfo de la Revolución, perdió todo su comercio exterior porque Estados Unidos no sólo le cerró las puertas –de las que provenía prácticamente todo, incluidos atentados y terror–, sino que le impuso un bloqueo igual de ilegal que de brutal y perverso. La segunda, con la caída de la Unión Soviética y el desmoronamiento del bloque socialista, el intercambio comercial isleño se desplomó en más de 80 por ciento. Y en ambos casos el colapso se dio de la noche a la mañana.

El par de golpes fue brutal, ante la mirada impávida de la llamada comunidad de naciones. La isla se dobló, pero nunca se rompió en ese doble proceso de desmantelamiento y armado. El apoyo solidario de algunos países sólo se dio muchos años después de la segunda caída, el llamado periodo especial, de tal suerte que el esfuerzo y el sacrificio de la reconstrucción y la sobrevivencia deben acreditársele al heroico pueblo y al gobierno de Cuba, que remontaron la desgracia hasta alcanzar una tasa anual promedio de crecimiento de 4.6 por ciento en la primera década del nuevo siglo.

A la vuelta de más de cinco décadas y pico, a la isla parece abrírsele una nueva posibilidad de crecimiento y desarrollo, aunque el bloqueo oficialmente se mantiene para satisfacción de la histérica gusanera. De cualquier suerte, en la Casa Blanca afirman que las negociaciones entre ambos gobiernos para dar forma y fondo a todo esto tomarán semanas, no meses, aunque el anuncio en sí presagia buenos resultados.

En la memoria de muchos permanece el enorme precio económico que pagó Cuba por la guerra económica desatada y sostenida en su contra por 11 presidentes estadunidenses consecutivos (de Dwight D. Eisenhower a Barack Obama, quien al final de cuentas aflojó), pero pocos recuerdan lo que a la isla le significó la caída de la Unión Soviética y el desmoronamiento del bloque socialista.

En este sentido, el Banco Central de Cuba (BCC) hace un recuento de lo que, tras la debacle del mundo socialista, representó el periodo especial, aderezado con mayores presiones estadunidenses. Van algunos elementos de juicio.

Cuba enfrentó a inicios de los años 90 un complejo y adverso escenario en sus relaciones económicas externas, que implicó extraordinarias dificultades a su desarrollo. El modelo económico sufrió la pérdida abrupta sin compensaciones de sus relaciones comerciales y financieras que durante más de 30 años habían sido establecidas con la URSS y los países del bloque socialista. A ello se sumó el recrudecimiento de la guerra económica por parte de Estados Unidos contra la isla y la aprobación de nuevas leyes por el Congreso estadunidense tendientes a fortalecer el bloqueo (la Torricelli, en 1992, y la Helms-Burton, en 1996).

La extinción de la Unión Soviética y del bloque socialista significó la pérdida de más de 80 por ciento del comercio exterior de Cuba. Y entre las afectaciones se cuentan la sensible disminución de los ingresos por exportaciones, no sólo por la desaparición de los mercados sino por la caída de los precios; reducción abrupta de las importaciones, debido al bloqueo mismo, a la escasa disponibilidad de divisas propias y a la reducción de los créditos,

Esos factores, apunta el Banco Central de Cuba, constituyeron un círculo vicioso, pues la reducción de las importaciones influyó considerablemente en el comportamiento del sector exportador, ya que éste utilizaba insumos y bienes de capital que no eran producidos nacionalmente. Aunado a ello, se incrementaron los gastos por fletes, se perdieron los acuerdos del tráfico regular de buques con los países del otrora bloque socialista; desaparecieron créditos en condiciones ventajosas (plazos y tasas de interés); se paralizaron numerosas inversiones y gran cantidad de equipos agrícolas, de construcción, transporte y otros, tanto por la reducción del suministro de partes y piezas de repuesto, como por la disminución de combustible para su operación. La asistencia técnica se redujo a su mínima expresión, se elevaron tarifas y se exigieron pagos en divisas fuertes.

El impacto de la crisis se reflejó en prácticamente todos los indicadores macroeconómicos: de 1989 a 1993 se produjo una disminución acumulada del producto interno bruto, a precios contantes de 1981, de 34.8 por ciento. Durante ese periodo las importaciones se redujeron 78 por ciento, mientras el déficit fiscal llegó a 33.5 por ciento del PIB. En el transcurso de esta etapa, el país se vio obligado a disminuir el consumo de combustible a menos de la mitad de los que se empleaba en 1989.

Así, con el inicio de la última década del siglo XX, la abrupta disolución de los singulares nexos de asociación con los antiguos países socialistas forzó a Cuba, por segunda vez en pocos años, a enfrentar un proceso de reconversión tecnológica e industrial y de reorientación de sus vínculos comerciales con el exterior, en circunstancias muy desfavorables por la profundización de la guerra económica desatada por parte de Estados Unidos y la casi absoluta marginación de los mercados financieros internacionales.

Las autoridades cubanas optaron entonces por un programa gradual de medidas económicas con el objetivo de superar la contracción económica al menor costo social posible, sin renunciar a los principios del sistema socialista.

Durante esa década, apunta el BCC, la economía cubana recorrió un intenso camino de transformaciones en aras de lograr un incremento sustancial de la eficiencia, la apertura e inserción en la economía internacional, la creación de espacios para nuevos actores económicos, la corrección del desequilibrio interno y externo y el perfeccionamiento empresarial. Todo ello matizado en el orden cualitativo por la conjunción de firmeza y flexibilidad en cuanto a la incorporación de estas transformaciones, como corresponde a un país que en momento alguno destruyó lo que había alcanzado en algo más de tres décadas, y que se impuso al gran desafío de defender sus conquistas en los terrenos social y político.

Las rebanadas del pastel

Mientras en otros países aumenta la posibilidad de mejoría económica y social, en otros sucede lo contrario: el precio del barril mexicano de exportación se mantiene en picada y ayer se cotizó en 48.43 dólares, con lo que el próximo año los tijeretazos presupuestales se aplicarán un día sí y el siguiente también.

Twitter: @cafevega