Superada la bancarrota de esa ciudad, el fresco de Diego Rivera se salva de ser subastado
Jueves 18 de diciembre de 2014, p. 5
La amenaza que pendía sobre valiosas obras de arte público propiedad de Detroit ha cesado después de que esa ciudad estadunidense superó la bancarrota.
El gobernador de Michigan, Rick Snyder, anunció oficialmente que se entraba en un nuevo capítulo, que se dejó atrás la mala situación financiera y decretó la salida de la insolvencia el pasado 10 de diciembre.
Así, la voracidad tendrá que renunciar a la venta de barata propuesta para solventar deudas, pues rematar las obras maestras del Instituto de Arte de Detroit (DIA, por sus siglas en inglés), figuró entre las acciones sugeridas para apaciguar a los acreedores.
Un faro de la cultura en Detroit, así ha sido considerado el Instituto de Arte durante más de un siglo. Fundado en 1885, su colección se encuentra entre las primeras seis de Estados Unidos, que agrupa desde la prehistoria hasta el siglo XXI. Su museo incluye cien galerías, una biblioteca especializada en arte y un laboratorio dedicado a la conservación de las obras.
Entre sus adquisiciones más relevantes figuran un autorretrato de Vicent van Gogh, el primero en pertenecer a una colección estadunidense, y el fresco Detroit industry, de Diego Rivera, integrado por 27 paneles realizados entre 1932 y 1933, considerado el mejor ejemplo del muralismo mexicano en Estados Unidos
.
El DIA posee obras de arte europeo, moderno y contemporáneo, además de piezas relevantes de África, Asia, Oceanía, arte antiguo, de nativos americanos e islámico.
El templo del arte
Eugene A. Gargaro, presidente de la junta directiva del Instituto de Arte de Detroit, informó en días recientes en una carta pública que el plan aprobado el pasado 7 de noviembre asegura la independencia del DIA para ampliar su alcance y servicio en total control de su futuro. En los meses recientes se ha escrito mucho sobre la gran negociación de la deuda y lo que significa para la ciudad
, escribió.
En julio de 2013, Detroit, cuna de la industria automotriz en el estado de Michigan, se declaró en bancarrota, la mayor quiebra de una urbe en la historia de Estados Unidos, con una deuda de 18 mil millones de dólares.
Al aprobar un juez, en diciembre de ese año, la solicitud de quiebra hecha por el gobernador Rick Snyder, los activos de la ciudad podrían ser liquidados para solventar las deudas.
Entonces, los acreedores, casi de manera inmediata, posaron su mirada sobre las valiosas obras atesoradas en el templo del arte
ubicado sobre la avenida Woodward. Diego Rivera, dibujante de utopías socialistas y defensor de la clase obrera, sería quien terminaría pagando la debacle de esa ciudad.
Acreedores, aseguradoras de bonos municipales, sindicatos de trabajadores y varios bancos europeos solicitaron formalmente determinar el valor monetario de la colección de arte del principal museo de la ciudad, el DIA. Una rica colección con Degas, Picasso, Bruegel, Rembrandt, Matisse y un Warhol incluidos.
Nada está fuera
, proclamaban los encargados del proceso de bancarrota para saldar las ominosas deudas generadas por la corrupción y la diáspora de habitantes ante la muerte de la industria automotriz, entre otros factores. Al mismo tiempo, las ansias de cobro rugían desde la prensa y exigían que la ciudad debía vender su arte para satisfacer a los acreedores.
Con una cierta quiebra de lado
, fue como en diciembre de 2013 Graham W. J. Beal, director del museo del DIA, inició su balance del año por terminar. En ese mes, el avalúo realizado por la casa de subastas Christie’s de casi 3 mil obras de la colección, de un total de más de 60 mil y sin incluir el mural de Rivera, reveló que tendría un valor de entre 400 y 900 millones de dólares.
Ante la insistencia de que el arte no era un bien esencial y, por tanto, sacrificable, el museo sostuvo que cualquier disposición para deshacerse de la colección sería el fin de esa institución cultural.
A un año de distancia, supera-da la quiebra, en su carta publicada hace unos días, Gargaro señala que en las negociaciones el DIA se comprometió a aportar cien millones de dólares. La responsabilidad asumida por el museo con el gobernador Snyder parecía una tarea desalentadora. Sin embargo, después de casi nueve meses de implorar por donativos, hasta el momento casi se ha reunido el fondo, se confirmó en la carta pública.
Jamás recibimos un no por respuesta o alguien nos dijo que nuestra petición multimillonaria era ridícula
, expresó a los generosos donadores
que ayudaron a solventar la bancarrota.