l primer lustro de los años 70 del siglo XX fue una época de oro para el arte y la cultura de México. Varios factores se conjuntaron: el país tenía una buena situación económica, las condiciones de vida iban mejorando para la mayoría de la población y había un presidente sensible que supo escuchar a su secretario de Educación, hombre de gran cultura. De la mano de un notable arquitecto se desarrolló un ambicioso proyecto cultural, que incluyó la construcción de museos que hasta la fecha son orgullo de nuestro país.
Hablamos de Adolfo López Mateos, Jaime Torres Bodet y Pedro Ramírez Vázquez. Entre las obras más importantes que realizaron destacan el Museo Nacional de Antropología e Historia (MNAH) y el de Arte Moderno (MAM).
Ambos cumplen 50 años de brindar conocimiento y gozo a millones de personas; hoy hablaremos del MAM.
Su acervo se conformó en un inicio con las colecciones del Palacio de Bellas Artes, que albergaba el Museo Nacional de Arte Mexicano. En este sitio el talentoso Fernando Gamboa, museógrafo, curador y funcionario cultural, organizó bienales y promovió la adquisición y encargo de obras con lo que se incrementó el acervo.
Actualmente, el MAM custodia cerca de 3 mil piezas entre pintura, escultura, grabado, fotografía y gráfica de 773 artistas, que nos permite apreciar lo mejor de la estética plástica mexicana. Frecuentemente muestra arte universal; todavía recordamos con placer las exposiciones del escultor Henry Moore y del pintor francés Pierre Soulages.
El edificio que resguarda este tesoro artístico lo diseñaron los arquitectos Pedro Ramírez Vázquez y Rafael Mijares. El sitio elegido fue el Bosque de Chapultepec; se aprovecharon los terrenos que ocuparon en un principio el Museo de la Flora y la Fauna y posteriormente las galerías Chapultepec y la Escuela Dominical de Arte.
El MAM muestra la creatividad de Ramírez Vázquez, ya que es una moderna construcción de forma redonda en la que predomina el cristal y el acero, muy distinta al edificio del MNAH, también de su autoría, cuyas formas evocan la arquitectura prehispánica y en el que el material sobresaliente es la piedra.
Para conmemorar su medio siglo, el MAM presenta tres magníficas exposiciones: 50 años/50 obras, integrada por pinturas y esculturas representativas de 36 autores. Es un agasajo admirar varias de las piezas de arte mexicano que ya se pueden considerar clásicas y que son representativas de las principales tendencias de la primera mitad del siglo XX.
Están presentes David Alfaro Siqueiros, Frida Kahlo, Diego Rivera, José Clemente Orozco, Rufino Tamayo, María Izquierdo, Manuel Rodríguez Lozano, Olga Costa y muchos más de gran calidad.
Otra exposición muy merecida: Pedro Ramírez Vázquez. Inédito y funcional. Es fascinante porque permite apreciar la multiplicidad de talentos y capacidades de un hombre que fue capaz de liderar equipos interdisciplinarios y desempeñar una vasta carrera pública sin perder la creatividad artística. Ésta se advierte en prácticamente todas sus obras. Sorprende ver sus esculturas en vidrio, plata y otros metales, así como sus diseños de mobiliario y textiles.
La tercera muestra es: Carteles del MAM, que presenta la historia de la oferta cultural del museo, a través de material de difusión que preserva en su centro de documentación.
En las cercanías del MAM se encuentra la colonia Cuauhtémoc. En la calle Río Ebro números 87-89, se ubica el restaurante japonés Rokai. Son dos pequeños locales, codo a codo, uno de comida caliente y el otro de fría. Con mesitas en la banqueta ofrece la que muchos consideran la mejor comida japonesa de la ciudad. Los manjares los prepara personalmente el dueño y chef, Hiroshi Kawahito. Hay una degustación de cinco tiempos muy recomendable o si prefiere a la carta. Menciono algunos de mis favoritos: la ensalada de piel de salmón, el sashimi de pargo rojo, el cuello del día y los arroces, distintos a los que haya usted probado antes.