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¡Atrévete! Propuesta hereje contra la violencia en México
 
Periódico La Jornada
Domingo 30 de noviembre de 2014, p. 5

Con autorización de Editorial Aguilar damos a conocer un adelanto de ¡Atrévete! Propuesta hereje contra la violencia en México, nuevo libro de Sara Sefchovich. Será presentado este lunes 1º de diciembre en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara por Elena Poniatowska, Luis Hernández Navarro y la autora.

La primera y fundamental causa de la delincuencia y la violencia, es el incumplimiento histórico por parte del Estado de su función.

Los mexicanos están abandonados a su suerte, no existen políticas sociales ni interés alguno por parte de las autoridades y los funcionarios por atender sus necesidades: seis de cada 10 personas consideran que gobernadores y presidentes municipales hacen poco caso al ciudadano y la mitad cree que pasa lo mismo con jueces y magistrados.

Los ejemplos están allí: desde Ciudad Juárez en Chihuahua hasta Ciudad Nezahualcóyotl en la colindancia con la capital, a lo largo y ancho del territorio nacional, hay cientos de zonas que nunca han recibido atención y que, por lo tanto, viven en baja calidad de vida: sin infraestructura, agua, luz, clínicas.

Y eso es así porque lo único en donde se invierte es aquello que por razones económicas o políticas le conviene al gobierno o a la empresa privada. Por ejemplo, en Ciudad Juárez se pavimentaron las calles que facilitan el traslado de la fuerza de trabajo a la industria maquiladora y se dejaron las demás sin atender.

¿Guarderías? ¿escuelas? ¿parques? ¿recolección de basura? ¿alumbrado público? ¿transporte? ¿campos deportivos? Nada de eso. Las familias no cuentan con ningún servicio para el cuidado de niños, viejos y enfermos, atención a jóvenes, vivienda, traslado a sus centros de trabajo, acceso a la salud.

Entonces: ¿qué puede hacer una madre de familia que tiene dos turnos en una maquiladora?: no ocuparse de sus hijos, dejarlos que se las arreglen como puedan. ¿Qué puede hacer un hombre que consigue un trabajo en el otro extremo de la ciudad y no tiene cómo transportarse todos los días?: abandonar a su familia. ¿Qué pueden hacer jóvenes que no tienen en qué ocupar su tiempo y energía?: vivir en la calle y formar pandillas. Y si bien como ya se argumentó en un capítulo anterior, la violencia no es privativa de los pobres, sin duda hay muchos elementos para generarla y reproducirla allí donde hay madres agotadas después de una larga jornada de trabajo, padres con enojo y resentimiento por sus dificultades, jóvenes sin nada que hacer.

La pregunta es: ¿en qué se usa el dinero que se recibe por vender petróleo, por turismo, por recaudación de impuestos, si nada de eso se destina a lo que necesitan los ciudadanos para vivir? ¿Será posible que todo eso solamente se use para organizar costosas elecciones, comprar edificios para las instituciones, subsidiar a los partidos políticos, pagarle sueldos y beneficios a funcionarios, diputados y senadores, jueces y comisionados de esto y de aquello y para hacer publicidad y anuncios de éxitos?

Tres organizaciones no gubernamentales hicieron cuentas, según las cuales los 35 mil millones de pesos que se pagaron de forma irregular a líderes sindicales, comisionados y aviadores, hubieran permitido incorporar a seis millones de estudiantes al programa de becas, o rehabilitar casi 36 mil escuelas, o afiliar a más de 17 millones de familias al Seguro Popular, o multiplicar por siete el Programa de Apoyo Alimentario, o capacitar a 400 000 policías o duplicar el presupuesto de la PGR.

Pero no, eso no sucede.

Y es que en México, los ciudadanos no tenemos ninguna importancia para los políticos, funcionarios, autoridades, jueces, patrones y burócratas de cualquier tipo y nivel. Ser ciudadano significa estar expuesto a todas las arbitrariedades y sin ninguna instancia a la cual se pueda acudir para protestar, quejarse o recibir ayuda. Para los mexicanos la vida es muy difícil por culpa de quienes deberían hacerla funcionar. Hay que enfrentarse cotidianamente con el olvido, el abandono, la ineficiencia y el mal trato de funcionarios y burócratas, de ministerios públicos y policías.

Y eso se debe a que a los responsables no les importa cumplir sus tareas: allí están los que tienen que legislar y no lo hacen, los que tienen que arreglar una fuga de agua y no lo hacen, los que deben copiar un papel y lo hacen mal, lleno de errores que le complican la vida a las personas, los que tienen que entregar un documento y no lo entregan.

El desinterés de todos los sectores del poder (sea el policía de la esquina o el jefe delegacional, el burócrata de la ventanilla o el diputado) por el ciudadano, tuvo su manifestación más brutal en el caso de la delincuencia organizada. Como escribió un periodista: En Michoacán, “durante un par de décadas nadie, absolutamente nadie que representara al Estado mexicano auxilió, protegió, liberó… Nadie. Ni un alcalde, ni un policía municipal, ni un policía estatal, ni un gobernador. Nunca ocurrió algo que cambiara de fondo lo que ocurría”.

Y sin embargo, qué hacer para terminar con la delincuencia y la violencia se ha convertido en el tema nacional favorito. Por parte del gobierno, en la promesa de campaña inevitable y en el informe de logros más socorrido. Por parte de la sociedad, miles de personas están tratando de entender qué pasa, cómo se llegó hasta aquí y sobre todo, cómo se puede resolver esta situación. Algunas lo hacen por su cuenta, otras organizadas en grupos académicos o en asociaciones civiles. Este libro es también una propuesta. Sólo que diferente, porque piensa las cosas desde una lógica distinta y propone una solución desde otro lugar.