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Ayotzinapa en la agenda neoliberal
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En Veracruz, integrantes del Movimiento Magisterial Popular de ese estado marcharon en apoyo a las acciones por los normalistas desaparecidos de AyotzinapaFoto Cuartoscuro
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as protestas, marchas y manifestaciones de estudiantes exigiendo la aparición con vida de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa y el fin de la violencia expresan el sentimiento de hartazgo frente a la impunidad. Las voces pidiendo la dimisión del presidente Enrique Peña Nieto apuntan a un gobierno incapaz. Igualmente, la solidaridad de movimientos sociales, organizaciones políticas y organismos internacionales de derechos humanos exigiendo justicia y responsabilidades políticas revelan el estupor y descrédito de las instituciones en México. Mientras tanto, la clase política prefiere enrocarse en un discurso grandilocuente. Desde hace 30 años, el neoliberalismo es el mantra con el cual gobiernan el PRI y el PAN.

Existe una relación directa entre neoliberalismo, narcopolítica y crímenes de Estado. Los tres últimos gobiernos del PRI del siglo XX promovieron la apertura comercial-financiera, la desregulación, desnacionalización y privatización del sector público. El PAN, en el siglo XXI, continuó la misma línea con Fox y Calderón. Hoy, el PRI, tras su vuelta a la presidencia, promueve la segunda revolución neoliberal, tras la reforma del Estado, la entrega del país a las transnacionales.

En los años 80 del siglo pasado, México abandonó los principios del nacionalismo revolucionario. De la Madrid capituló ante la presión de Estados Unidos, pero mantuvo las mismas dinámicas represivas: la guerra sucia, el fraude electoral, y el crimen político. El gobierno de De la Madrid jugó un papel subordinado en la estrategia estadunidense de guerras de baja intensidad y lucha contra el narcotráfico. Una visión global de lucha contra el terrorismo y el narcotráfico se adueñó del escenario. El comercio, producción de coca, mariguana y amapola puso a México en la ruta del lavado de dinero y financiación de la contrarrevolución en Centroamérica y el Caribe.

Por su parte, Carlos Salinas de Gortari dinamitó el PRI y continuó el camino abierto por De la Madrid. Mientras, las víctimas de la narcopolítica van dejando un reguero de sangre. La militarización crece, el crimen organizado negocia, y llega a nuevos acuerdos con el poder político. Los partidos se convierten en testaferros del crimen organizado. Los cárteles regionales se consolidan.

La criminalización de los movimientos sociales aumentó la represión sobre sindicatos, estudiantes, pueblos originarios y el movimiento campesino en medio de la desnacionalización neoliberal. La podredumbre de la nomenclatura priísta se hace manifiesta. Entre tanto, el alzamiento del EZLN, el 1º de enero de 1994, puso en entredicho las reformas, el discurso y la propuesta neoliberal.

Ernesto Zedillo será el último presidente de la tríada neoliberal priísta del siglo XX. Entre sus obras destacaban facilitar el control de las fuerzas armadas en la lucha contra el narcotráfico, desplazar a la policía judicial y aplicar las políticas de contrainsurgencia diseñas por el Pentágono, siendo responsable político de la matanza de Acteal en 1997.

Los 70 años de gobierno del PRI tocan a su fin en el año 2000. Pero no será la izquierda democrática, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas, la que gane las elecciones. El proyecto neoliberal tendrá en Vicente Fox su continuidad. En su periodo, la narcopolítica se consolida definitivamente. Los atentados a las Torres Gemelas y al Pentágono el 11 de septiembre de 2001 hacen que el gobierno, por medio de su ministro de Exteriores, Jorge Castañeda, ceda de buen grado a las presiones del presidente Bush.

Durante el mandato de Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012), la violencia política, el asesinato de dirigentes sindicales, estudiantes, periodistas y los feminicidios en Ciudad Juárez moldean el perfil del capitalismo neoliberal. La esclavitud infantil y el tráfico de mujeres complementan el desarrollo de las empresas de maquila, la desarticulación de los ejidos, la incorporación de megaproyectos, la desnacionalización y la desestructuración productiva.

Las fuerzas armadas se harán con poder absoluto en la lucha contra el narcotráfico y la contrainsurgencia. El subcomandante Marcos destacaría cuál fue la relación entre el crimen organizado, el gobierno y la narcopolítica durante el gobierno de Fox: “En la ‘era Fox’ se puede decir que el cártel del Chapo Guzmán fue el consentido del sexenio. Toda la estructura del Estado: ejército, policía federal, sistema judicial (con jueces y directores de penales incluidos) fue puesta al servicio de este cártel en la lucha contra otros”.

El miedo, la inseguridad y la impotencia ciudadana crecen. Miles de muertos, fosas comunes, violencia indiscriminada y un nuevo fraude electoral –esta vez contra el candidato progresista Manuel López Obrador, en 2006– generan hartazgo. El sexenio de Felipe Calderón mantiene el itinerario neoliberal. Los cárteles del crimen organizado imponen su ley y las políticas antidroga fracasan, pues tienen otra función, garantizar el control político de la población.

Las movilizaciones ciudadanas que sacuden y paralizan el país son el resultado de una sociedad que clama el fin de la violencia y la narcopolítica. Son voces de dignidad que conocen los vínculos entre neoliberalismo, narcopolítica y crímenes de Estado.